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Actualizado: 18 de junio de 2025
Esta había desmontado sin abandonar su lazo. Con la astucia y la ligereza de un indio empezó á marchar á gatas por la suave pendiente, sin que el más leve ruido denunciase su avance. A pocos metros de aquel hombre se incorporó, riendo en silencio de su travesura, mientras hacía dar vueltas al lazo con vigorosa rotación, dejándolo escapar al fin.
Es que ha salido el gracioso, como si dijéramos el payaso. El brigadier arrugó el entrecejo. Esta salida inesperada no fué muy de su gusto. El carácter cómico anda de gatas, se pone en cuclillas, de bruces, canta, llora, chilla, gorgea, ladra, maya, ahulla, hace la gallina, hace el gallo....
Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso, porque todo otro andar es andar a gatas. Mujer de un gobernador eres, ¡mira si te roerá nadie los zancajos! Ahí te envío un vestido verde de cazador, que me dio mi señora la duquesa; acomódale en modo que sirva de saya y cuerpos a nuestra hija.
Sintió la muchacha como una ola de fuego que la envolvía desde la planta de los pies hasta la raíz del cabello, y después un leve frío que le agolpó la sangre al corazón. Borrén se aproximó a la amante pareja, abriendo las manos llenas de tierra y de fresas despachurradas. Ya me duelen los riñones de andar a gatas dijo . Podíamos merendar... si a ustedes no les molesta, pollos.
Otras, sólo cazaba conejos, y al regresar a su casa, cerca del amanecer, tendíase en la cama sin desnudarse, maldiciendo su mala suerte, y dormía con el cansancio del que ha pasado la noche caminando a gatas, con el oído siempre atento, creyendo de un momento a otro oír la voz de «¡alto!» y el silbido de la bala.
Manos que no la conocían habían violado el secreto de su cuerpo... de aquel cuerpo que le despertaba por las mañanas con su roce de satén, cuando ella pasaba a gatas por encima de él para levantarse, poniendo un instante sus ojos sobre los suyos, confundiéndose las respiraciones de los dos.
Después fue con su tía a casa de Samaniego, y mientras duró la tertulia, permaneció apartado de ella, labrando y puliendo su idea. «Es en la casa de los escalones de piedra... Después que echó aquel brindis estúpido, Izquierdo habló de subir a gatas a casa de su hermana, y de bajar rodando por los escalones de piedra... Ya sé, pues, dónde está. Ahora, hay que proceder con sigilo y decisión.
Las sociedades, claro, tienen sus edades como las personas: hay sociedades que están mamando, sociedades que andan a gatas, sociedades pollas, sociedades jóvenes, y por fin, las maduras y dueñas de sí; sociedades con barbas, en una palabra, y también con algunas canas.
En cuanto a Paquito, no se diga. Su primer amor había sido una criada que tenía su dormitorio en lo que hoy era despensa. Sabía el Marquesito andar por la cocina a obscuras, a gatas, y ya había medido con su agazapado cuerpo las dimensiones de la carbonera provisional que había cerca del fogón.
A tientas y a gatas, perdiendo sangre, buscó el revólver, caído en la maleza, lo cogió de nuevo, y se disparó otro tiro, en la sien esta vez... Cayó de espaldas, los brazos en cruz y quedó inmóvil; del horrible agujero de la frente, el hilo de sangre corría, manchando sus cabellos rubios, y en el pecho, el líquido rojo se coagulaba sobre la blanca camisa.
Palabra del Dia
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