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Actualizado: 12 de junio de 2025
Como vos me la daréis á mí, señor de Clisón, exclamó á su vez Sir Vivián Bruce. Ocasión inmejorable, se oyó decir entonces al barón de Morel, para que tan lucida lanza gascona como la del señor de Pomers me haga el honor de cruzarse con la muy humilde mía. Oyéronse en pocos instantes una docena de retos, que revelaban la mala voluntad y los rencores existentes entre gascones é ingleses.
Bien pudieran abrirnos el palenque á los arqueros y ¡por la cruz de Gestas! que sería cosa de ver cómo descoyuntábamos á cinco arqueros gascones. Ó cómo otros tantos hombres de armas baldábamos á igual número de soldados de esta tierra, dijo Reno. ¿Quiénes son los mantenedores ingleses? preguntó Golvín.
Aquí tenemos al paladín alemán y por su aspecto parece muy temible enemigo. Advertid al rey de armas que les permita encontrarse por tres veces en la liza, ya que tanto depende ahora del resultado de este combate. Sonaron de nuevo los clarines, hizo el rey de armas la señal que repitieron los farautes y se adelantó el último campeón de los gascones entre los vítores desaforados de la multitud.
La tiene Vuestra Alteza, respondieron los gascones, aunque sin ocultar que lo hacían de pésima gana. ¡Y ahora, á la sala del banquete! prosiguió Eduardo. Ahoguemos hasta el último recuerdo de esta contienda en unos cuantos frascos de buena malvasía.
También daba á Morel aquel malhadado golpe el derecho de apropiarse las armas y el caballo del enemigo, si hubiera querido ejercerlo. Los aplausos y gritos delirantes de los soldados ingleses y el silencio y los ceñudos rostros del pueblo anunciaron, antes que lo hicieran los farautes, el triunfo de los primeros, que habían obtenido ventaja en tres encuentros, contra dos que ganaran los gascones.
Sin comprender claramente y todavía paralizado de terror, no se movió Manuel... Nuevamente impacientado el hidalgo gascón, le aplicó un leve puntapié en un sitio que por decoro nadie nombra, salvo los gascones, gritando: ¡Anda pronto a traer esas botellas, holgazán del infierno! Ni tres minutos pasaron antes de que Manuel volviera con las botellas y dos copas.
No hay en el ejército mejor ni más digno paladín que vos, señor, replicó Chandos, pero dadas las circunstancias de este torneo, creedme, no conviene que participéis en él. No es de vuestro alto cargo el tomar aquí partido á favor de ingleses contra gascones, ni poneros con éstos frente á aquellos, lanza en ristre ó espada en mano. Demasiado sobreexcitados están ya los ánimos.
En el sillón de la izquierda se sentaba otro príncipe español, Don Jaime, quien lejos de parecer aburrido como su compañero, mostraba gran interés en cuanto le rodeaba y acogía con sonrisas y saludos á los caballeros ingleses y gascones. Cerca de ambos y sobre el mismo estrado ocupaba también un sitial más bajo el famoso Príncipe Negro, Eduardo, hijo del soberano de Inglaterra.
D. Alvaro volvió de Milán de mediado el mes de septiembre y trajo 18 banderas de españoles, tan pobres de gente, que no pasaban de 800 ó 900 soldados, y tres de tudescos, en que había otros 800, sin otra que se hizo después, y 16 banderas de italianos, en que había hasta 3.000, muchos dellos franceses y gascones.
Y me ha ordenado muy expresamente declarar que su cartel va dirigido tan sólo á los nobles caballeros ingleses, no á los que sin serlo, ni ser tampoco buenos franceses, hablan la lengua de éstos y sirven bajo la bandera de aquéllos. ¡Osado sois, voto á tal! exclamó el de Clisón con voz tonante, á la vez que otros señores gascones llevaban la mano á la espada.
Palabra del Dia
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