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Actualizado: 6 de junio de 2025
No le quedó en el cuerpo un solo pormenor. « Alvarez, que es muy largo, muy sutil me dice: ¿Cree el señor García que Cervantes escribió con pureza el idioma castellano? Yo que le vi venir en seguida le respondo: Distingamos: ¿Qué entiende el señor Alvarez por escribir con pureza un idioma? ¿Es acaso aceptar en absoluto como un esclavo todos sus giros y locuciones?
Y sin embargo, García era el amigo más íntimo que tenía el señorito Tristán, su condiscípulo y un catedrático en ciernes. Su amistad databa de la Universidad. Un día en que a Tristán le tocó la conferencia, la pronunció con tal galanura que el profesor, sorprendido agradablemente, manifestó que se felicitaba de haber hallado al fin un discípulo de tan claro entendimiento y de palabra tan fácil.
En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella tenía a veces crisis extrañas en el corazón y en la mente. Religioso fervor la dominaba. Iba a confesarse o tenía largos y piadosos coloquios con el Padre García, su director espiritual.
Doña Manuela y las niñas pasaron al salón, donde estaba don Eugenio García, el fundador de Las Tres Rosas. Por él no pasaban los años. Era el mismo viejecillo de siempre, regordete y sonriente, con el rostro colorado, la mirada viva y la cabecita blanca y sonrosada.
La acción en Madrid, rigurosamente contemporánea. Sala lujosa en el palacio de los señores de García Yuste. A la derecha, paso al jardín. Al fondo, comunicación con otras salas del edificio. A la derecha primer término, puerta de la habitación de Electra. EL MARQU
Todo se lo he confesado al Padre García, mi confesor, que es un santo, severo consigo mismo y con sus prójimos indulgente. Pero, a pesar de su indulgencia, se resiste a darme la absolución si no me aparto para siempre del mal camino. Es, pues, necesario que nuestras relaciones concluyan. Al llegar a este punto, Arturito se puso tan enternecido que las lágrimas asomaron a sus ojos.
Los nombres de los poetas dramáticos restantes, de la época de Felipe IV y Carlos II, más conocidos, son los siguientes: Sebastián de Villaviciosa. Francisco de Avellaneda. Fernando de Avila. Carlos de Arellano. Juan de Ayala. Manuel Freire de Andrade. García Aznar Vélez. Francisco González de Bustos. Andrés de Baeza. José de Bolea. Salvador de la Cueva. Antonio de la Cueva. Juan de la Calle.
D. Pedro Perez, D. Mariano Veliera, D. Agustin Garcia y otros, con casi todos los fronterizos en la línea, pueden testificar de la verdad de estos hechos.
Y súbito, sin poder contenerse, apretó la muñeca al delegado diciendo: Sea usted franco, García... Empieza usted a tener sospechas de esa mujer. No tengo por qué ocultarlo replicó aquel con sosiego mirando por la ventanilla. La circunstancia de ser la última persona que ha hablado con el niño me da mucho que pensar... Luego, esa visita a la cárcel...
No seas tonta, mujer... no seas tonta... ¡para divertirlo y darle un mal rato no tienes que aguardar por república ni repúblico! ¿Que no? ¿Sabes lo que yo había de hacer? Pues esto mismo. Coger papel y pluma.... ¿Conoce tu letra? Nunca le escribí. Mejor. Pues escribirle a la de García una carta bien explicada, para que no se deje engañar por él. ¿Un anónimo? ¡Quita allá!
Palabra del Dia
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