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Garabato introdujo entre los dedos del maestro pequeñas vedijas de algodón; luego cubrió las plantas y la parte superior de los pies con una planchuela de esta blanda envoltura, y tirando de las vendas comenzó a envolverlos en apretadas espirales, lo mismo que aparecen envueltas las antiguas momias.

El capote. De encima de una silla cogió Garabato el capote llamado de paseo, la capa de gala, un manto principesco de seda del mismo color que el traje y tan cargado como éste de bordados de oro. Gallardo se lo puso sobre un hombro y se miró al espejo, satisfecho de sus preparativos. No estaba mal... ¡A la plaza! Sus dos amigos se despidieron apresuradamente, para tomar un coche y seguirle.

Debía ser un colapso que le había privado de vida aparentemente. No se veía sangre. Los rasgones de su ropa eran efecto, sin duda, del revolcón que le había dado el toro. Entró apresuradamente el doctor Ruiz, y sus colegas le dejaron pasar a primer término, acatando su maestría. Juraba en su nerviosa precipitación, mientras iba ayudando a Garabato a abrir las ropas del torero.

Garabato se metió bajo un brazo un gran lío de trapos rojos, por cuyos extremos asomaban las empuñaduras y conteras de varias espadas. Al descender Gallardo al vestíbulo del hotel, vio la calle ocupada por numeroso y bullente gentío, como si acabase de ocurrir un gran suceso. Además, llegó hasta él el zumbido de la muchedumbre que permanecía oculta más allá del rectángulo de la puerta.

Un día en un rapto de expansión le dijo á su abuela: «Abuela, ¿conoce usted el país donde florecen los limoneros, lo conoce usted? ¡Ay, allí quisiera que usted me llevasePor cierto que la tía Basilisa en vez de compadecer á aquel Mignon de montera y calzón corto le respondió alzando el garabato sobre su cabeza y diciéndole que donde le iba á llevar era á la cuadra «por burro y por holgazán».

A las 10 leguas pasé el Rio Seco, que lo estaba enteramente. A las 12 leguas llegué á un pequeño arroyo, que llaman la Acequia, porque lo es del molino, en donde hay un puentecito para poderlo pasar comodamente: su agua es mediana. Los árboles del campo son, entre otros, algarrobos, chañar, quebrachos, espinillo y garabato. En las inmediaciones del expresado arroyo hay varios ranchos pobres.

Tomó la muleta de manos de Garabato, que se la ofrecía plegada desde dentro de la barrera, tiró del estoque que igualmente le presentaba su criado, y con menudos pasos fue a plantarse frente a la presidencia, llevando la montera en una mano. Todos tendían el pescuezo, devorando con los ojos al ídolo, pero nadie oyó el brindis.

Era la herencia paternal que renacía en él: la manía cantante que acompañaba al señor Juan el remendón en sus borracheras semanales. Se abrió la puerta de la casa y avanzó Garabato la cabeza, medio dormido aún, para ver al beodo, cuya voz había creído reconocer. ¡Ah! ¿eres ? dijo el espada . Aspérate, que voy a sortá la última.

El maestro, como si quisiera retardar el momento de encerrarse definitivamente en el traje, desperezábase, pedía a Garabato el cigarro que había abandonado sobre la mesita de noche, preguntaba la hora, creyendo que todos los relojes iban adelantados. Aún es pronto... Entoavía no han yegao los chicos... No me gusta ir temprano a la plaza. ¡Le dan a uno cada lata cuando está allí esperando!...

Pues «le suplico que le mire como hijo y que le tenga por natural suyo y del padre... Y mande a su segura servidora y amiga, que besa su mano...». ¿Qué tal? ¿Está con finura?... Ahora, veremos si puedo echar mi nombre... Me tiembla mucho el pulso... Tráigame la pluma... Puso un garabato, y luego mandó a Estupiñá abriese la cómoda y sacara la inscripción de las acciones del Banco.