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Actualizado: 17 de noviembre de 2025


Corrió D. Juan al gabinete y la halló desencajada; lívida, por los esfuerzos que unas violentísimas náuseas la obligaban a hacer. ¡Pronto! ¡A buscar el médico! gritó el pobre padre. Fernanda hizo un gesto negativo y articuló débilmente: No, que llamen al penitenciario. No hizo caso.

Vamos, señora Bonnivet dijo bruscamente a la tía, que entraba en aquel momento en el gabinete; ayude usted a vestir a su sobrina; póngala lo que tenga más elegante, más nuevo y más rico. Gracias al Cielo y al señor Conde, no le faltan trajes lindísimos. Bien, bien; despáchese, que tenemos prisa.

Mas para detenerse sobre una hipótesis cualquiera, era necesario todavía esperar el resultado de la autopsia; y mientras tanto, Ferpierre, que había establecido en el comedor de la villa su gabinete para la necesaria averiguación en el lugar del suceso, ordenó que hicieran entrar a Vérod.

Cecilia corrió hacia él y le sujetó por los brazos. ¡No, eso no! No se consigue nada... Ventura, escapa... ¡Hacia la cocina!... Gonzalo sube por el cuarto de papá. La joven hablaba en falsete con tono imperioso, la mirada fulgurante. Ventura no se lo hizo repetir. Salió con precipitación del gabinete.

Detrás de mi sillón se hallaba el coronel Sarto, y al otro extremo de la mesa vi a Federico de Tarlein, quien, por cierto, apuró su primera copa de champaña algo antes de lo que en rigor se lo permitía la etiqueta. No pude menos de preguntarme qué estaría haciendo en aquel momento el rey de Ruritania. Nos hallábamos en el gabinete del Rey, Federico de Tarlein, Sarto y yo.

Entro, y no la hallo; la busco por toda la casa, y no parece; llamo a la doncella, y tampoco está en casa; vuelvo a su gabinete, y veo la cama sin deshacer, su ropero en desorden y vacío el cofrecillo de sus alhajas. Pero ¿de quién me estás hablando? gritó el infeliz Peñascales, dominado de pronto por una horrible sospecha.

Se sentaba, leía una carta, lloraba un poco, guardaba luego la carta, arrugándola en el bolsillo de la bata; iba en seguida al comedor, regresaba al gabinete, repetía la lectura, la lágrima y el estrujamiento del dichoso papel... ¿Qué es eso, señora? ¿Qué pasa?

Azorín lo siente y se explica ahora por qué el piano estaba lleno de polvo y por qué la lámpara eléctrica del gabinete no tenía bombillas. Esta pieza, donde la buena vieja está siempre sentada, es el comedor.

Era el Sr. de Torquemada, persona de confianza en la casa, que al entrar iba derecho al gabinete, a la cocina, al comedor o a donde quiera que la señora estuviese. La fisonomía de aquel hombre era difícil de entender.

¡Tonto, borricote, incapaz de sacramentos! contestaba su dulce consorte desde el gabinete. ¿No ves que estás afeitado ya? ¡Pues es verdad! decía el buen señor palpándose la cara.

Palabra del Dia

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