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Actualizado: 17 de julio de 2025


Vió al poco rato cómo Elena se dirigía también disimuladamente hacia el gabinete, y sintió una curiosidad vergonzosa.

A la mañana siguiente, a las ocho, despertaron a Bonifacio diciéndole que deseaba verle un señor sacerdote. ¡Un sacerdote a ! Que entre. Saltó de la cama y pasó al gabinete contiguo a su alcoba; no puede decirse a su gabinete, pues era de uso común a todos los de casa.

Su esposo, sin intentarla siquiera, se dirigió al pequeño gabinete de toillette que estaba contiguo al comedor y de buen o mal grado llevó a cabo la operación higiénica. En aquel instante llegaba su hija Araceli. Era ésta una joven de veinte años de tipo distinguido, o lo que es igual, un manojito de huesos con ojos interesantes.

Para que yo no hubiese tenido ansiedad, para que yo hubiese estado tranquila. ¡Ah! El no saber de ... Hubiera sido una infame si no me hubiera interesado la suerte de usted. Le amo a usted como amaría a mis padres... y mire usted... Y Amparo se levantó y abrió la puerta de un gabinete. Allí no entra nadie más que yo, dijo.

Currita, que tenía sobradísimas razones para saber que García Gómez debía de haber dicho cosas muy distintas, dio un par de chupaditas al cigarro, que con tanto hablar ya se apagaba, y dijo a la Mazacán muy despacito: Pues mira; también tengo mi quejilla contra... tu García Gómez... Porque como ministro de Estado que es, entretiene sus ocios registrando toda la correspondencia que viene de París... ¡ hija mía, ; no lo defiendas!... En el gabinete negro se abre toda la correspondencia antes de que llegue a su destino, y por eso pudo decir en el consejillo que ayer vino para una carta de la reina, que debió probar al Ministerio todo lo absurdo de sus pretensiones.

Quedaban en el gabinete la Marquesa, el Magistral y Glocester. Hubo un momento de silencio. El Arcediano se dio un minuto de prórroga para ver si el otro se despedía también.

«Farinelli tendrá el honor de recibir mañana, antes de comer, al señor duque de Carvajal y a don Fernando, su hijo, en el gabinete particular de la Reina. Huelga añadir que ambos no se hicieron esperar.

Pero se sintió herida en lo más vivo de su alma cuando Miquis, después de transformar el humilde cuarto en aristocrático gabinete, dijo con el mismo tono de encomio: «Bien se conoce en esta rica instalación el buen gusto del marqués viudo de Saldeoro. Adiós, marquesa. Ceno en el palacio de Relimpio». Cuando Augusto se marchó, quedose Isidora meditabunda, clavados los ojos en su propia falda.

El gabinete era un nido tibio y hermoso, lleno de perfumes penetrantes; contiguo a él, separada por columnas doradas de madera y por una cortina de damasco azul, estaba la alcoba.

Un rato llevaban de interesante conferencia, cuando sonó la campanilla, y a poco entró Maxi en el gabinete, que era donde su tía y don Francisco estaban. Fortunata estaba planchando. En cuanto vio llegar a su marido, fue a ver qué se le ofrecía, pues algo desusado debía de ser. A tal hora, las diez de la mañana, no venía jamás a casa el pobre chico.

Palabra del Dia

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