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Actualizado: 17 de noviembre de 2025


¡Cuál no sería el espanto y el suplicio de Judit, no al oírse poner en ridículo, sino a la idea de que también el Conde se burlaría tal vez al leer su carta, que en aquel momento hubiera dado toda su sangre por no haber escrito! De aquí que se sintiese más muerta que viva al día siguiente cuando entró Arturo en su gabinete.

La señora Aubry y María Teresa muy inquietas no salieron más de la habitación de su querido enfermo; pero en la noche del segundo día, cuando se hallaba adormecido, María Teresa aprovechó este instante para ir a buscar un libro. Atravesó el gabinete de trabajo de su padre y entró en la biblioteca. Mientras examinaba los volúmenes oyó abrir la puerta del gabinete. El criado introducía a alguien.

Así que llegaba un forastero a Lancia, D. Cristóbal no sosegaba hasta trabar conocimiento con él, y acto continuo le invitaba a tomar café en su casa y le llevaba al teatro a su palco y a merendar al campo y le acompañaba a ver las reliquias de la catedral y la torre y el gabinete de historia natural; todas las curiosidades, en fin, que encerraba la población.

Ni en las almohadas recién puestas de la cortesana, que diariamente se mudan sin que su dueño sepa quién habrá de arrugarlas, ni en los cojines sedosos del gabinete de la gran señora, aún oprimidos por el peso de otro adulterio, ni en las camas de fonda cuyos muelles crujen hoy para uno y mañana para otro, en ninguna parte gozó don Juan aquel plácido y tranquilo deleite que le ofrecieron los brazos de Cristeta.

Y salió al recibimiento, acompañado de doña Lupe. Maximiliano les sintió cuchicheando en la puerta. Por fin se oyeron las botas chillonas del ex-alabardero bajando la escalera, y doña Lupe reapareció en el gabinete.

Lo que usted quería era esto, ¿verdad? dijo con aire de triunfo, y como hombre que manda en su casa y que puede a su antojo tener las puertas de su gabinete abiertas o cerradas. Perfectamente, , señor, eso; secreto, mucho secreto.

Serafina había ido al coche desde la casa de Emma, porque ésta no podía salir aquella noche; se sentía mal, y se habían despedido en el gabinete de la Valcárcel. Bonis se detuvo en el portal, cuando ya todos estaban arriba. ¡Qué ruido! ¡Qué algazara! ¡Lo de siempre! Ya nadie se acordaba de los que se alejaban carretera arriba; como si tal cosa.

Llegose un instante a su gabinete, pensando en la visita que aquel día esperaba, pero el interés de este asunto no le hizo olvidar los suyos propios, y sin quitarse el manto, volvió a salir y fue al despacho de su sobrino. «¿Se puedepreguntó abriendo suavemente la puerta.

En cuanto hagamos nuestros preparativos y lleguemos á Inglaterra. ¿Van ustedes á fletar un vapor inglés? . No queremos que un armador y una tripulación franceses participen de nuestra responsabilidad. Se levantaron. La noche avanzaba llenando con sus sombras el gabinete y en la semioscuridad del crepúsculo las caras perdían su aspecto real.

Ese mismo marasmo intelectual no me abandonaba en mi casa, ni aún en la habitación que, sin saber á derechas por qué, llamaba yo mi gabinete de estudio.

Palabra del Dia

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