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Actualizado: 31 de mayo de 2025
El brillo de otros siglos les atrae con su espejismo, pero llegan con retraso al llamamiento. Ustedes son los guerreros de un pueblo que forzosamente ha de vivir en paz; como los seminaristas son los futuros sacerdotes de un país en el que ya no se hacen milagros, ni hay fe, sino rutina y pereza de pensamiento.
La locomotora avanzaba sobre el suelo virgen antes que el arado; las estaciones surgían en el desierto como postes indicadores de futuros pueblos; el buque de vapor estaba pronto en la rada para llevarse el sobrante de las cosechas a otro lugar del globo; el exiguo mercado consumidor tímido y mísero se agrandaba hasta ser un productor gigantesco; los grupitos de emigrantes que cada dos meses llegaban en un bergantín, como gota suelta de vida, eran reemplazados por pueblos enteros que volcaban los trasatlánticos diariamente en la tierra nueva...
Fácilmente puede imaginarse la animación de la granja, las idas y venidas de los criados, los gritos de entusiasmo de todo el mundo, el chocar de vasos y tenedores, y la alegría que reflejaban aquellos rostros cuando Juan Claudio, el doctor Lorquin, los Materne y cuantos habían acompañado al carruaje de Catalina se instalaron en la amplia sala, alrededor de un magnífico jamón, y se pusieron a celebrar sus futuros triunfos con la jarra en la mano.
Recordaba por su arrogancia la estatua de Diana cazadora que se admira en el Museo del Louvre; pero esta arrogancia estaba templada por unos grandes ojos negros de suave y afectuosa expresión. Era a la vez Diana y Clorinda la heroína del poema del Tasso. Los ojos de los futuros esposos se encontraron y brillaron con alegría. A Tristán se le disipó repentinamente su mal humor.
Y entonces fue cuando el señor Fermín, valiéndose de su influencia con los Dupont, hizo a Rafael aperador del cortijo de Matanzuela, propiedad del sobrino del difunto don Pablo. El tal Luis había vuelto a Jerez hecho un hombre, después de una continua peregrinación por todas las universidades de España, buscando catedráticos de manga ancha que no tuviesen empeño en malograr futuros abogados.
Sea cual fuere el mal pasado, ¿cómo podrían dudar que sus vidas terrenales y sus futuros destinos estaban entrelazados, cuando veían ante sí tanto la unión material como la idea espiritual en que ambos se confundían, y en que habían de morar juntos inmortalmente?
Pero..., pero que vamos, que hay que ponerse serio para decir ciertas cosas, mas es lo cierto, que en Tayabas la generalidad de los futuros papás, llevan su tradicional creencia, hasta jurar que sienten los mismos dolores que la mujer. ¿Qué tiene tu padre? decíamos en una ocasión á una muchacha. Tiene, señor, dolor de embarazo, nos contestó.
En cualquiera punto de este planeta en que vivimos, en la prolongación de los tiempos pasados, según lo que por la historia se sabe y también en los tiempos futuros, hasta donde nuestra previsión alcanza, todo ser humano tiene y tendrá no poco que sufrir, gran multitud de cosas en que ejercitar su paciencia, mil peligros que arrostrar empleando su valor, y no corto número de adversidades y disgustos para desplegar y lucir su santa resignación y su conformidad cristiana, compitiendo con Job y hasta venciéndole.
En los magnos sucesos históricos, la reina se diferencia del rey por su menor sensibilidad ante lo que podemos llamar sentimiento responsable. A la reina, como mujer, apenas le preocupa la posteridad. El rey, en cambio, suele ser muy sensible al juicio de los siglos futuros. A la reina lo que más le importa es el triunfo inmediato de sus ideas y deseos, sobre todo, de sus deseos.
Conoce tambien los futuros contingentes dependientes de su sola voluntad, porque desde toda la eternidad sabe lo que tiene resuelto y sus decretos son inmutables é indefectibles.
Palabra del Dia
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