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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Con frecuencia desaparecían alumnos del Seminario, y los catedráticos contestaban con un guiño malicioso a las preguntas de los curiosos: Están «allá»... con los buenos. No pueden ver con calma lo que ocurre. Cosas de chicos... calaveradas. Y las tales calaveradas les hacían sonreír con paternal satisfacción.

Y tras estas reformas insignificantes, Homero tomaba asiento en su sillón de dictador, acometiendo la gran reforma: el examen general de todos los maestros de escuela; la revisión de la mentalidad de todos los catedráticos, pero de un modo implacable, sin entrañas, como pudiera juzgar un inquisidor.

D. Pascual Ruiz Huidobro, Señores de la Real Audiencia y del Tribunal de cuentas, Ministros de Real Hacienda, y Gefes de oficinas, Cabildo Eclesiástico, Curas y Prelados de las religiones, Real Consulado, Comandantes, Gefes, y algunos oficiales de los cuerpos de esta guarnicion, Alcaldes de barrios y vecinos, Catedráticos y profesores del derecho; compartiendose por barrios los encargados de distribuir las esquelas: y ordenaron por último se disponga proclama enérgica, con la cual haya de darse principio á la sesion el dia de mañana.

Quita a los catedráticos de las Universidades sus rentas; a las escuelas primarias de hombres y de mujeres, las dotaciones cuantiosas que Rivadavia les había asignado; cierra todos los establecimientos filantrópicos; los locos son arrojados a las calles, y los vecinos se encargan de encerrar en sus casas a aquellos peligrosos desgraciados.

Venía el catedrático de Patología, un señor que tenía más cara de sacristan que de médico. Nombrado por la poderosísima voluntad del Vice Rector sin exigirle más méritos ni más títulos que la adhesion incondicional á la corporacion, pasaba por ser un espía y un soplon á los ojos de los otros catedráticos de la Facultad.

En medio de su entusiasmo, se le acercó un capista para decirle que el P. Fernandez, uno de los catedráticos de ampliacion, le quería hablar. Isagani se inmutó. El P. Fernandez era para él persona respetabilísima: era el uno que él esceptuaba siempre cuando de atacar á los frailes se trataba. Y ¿qué quiere el P. Fernandez? preguntó.

Como primer establecimiento de Instrucción pública de la provincia, debemos citar el Instituto de segunda enseñanza, el cual está dotado de los Catedráticos que marca la ley y con arreglo al plan se la instruye también a los alumnos: tiene un gabinete de física bastante regular y una biblioteca compuesta de 391 obras completas en 1323 tomos, y 217 incompletas en 620 volúmenes, lo que constituye un total de 808 obras y 1943 volúmenes.

Desprecia a Miquis, que habiendo descubierto un tesoro, permitió que ese tesoro fuera para todos menos para él. El simple y desventurado Miquis ha sido un libertino del estudio; sus calaveradas han sido las calaveras. A su lado pasó, coronada de rosas y con la copa en la mano, la imagen de la vida, y Miquis volvió los ojos para contemplar embebecido, ¡ay!, la rugosa faz de los catedráticos.

La otra noche en el café donde tengo costumbre de asistir, versó la conversación sobre los maestros y catedráticos que habíamos tenido los que en torno de la mesa nos juntábamos. Cada cual dio cuenta de los talentos, las manías y los rasgos más o menos donosos de los suyos, sazonando la descripción con anécdotas graciosas o desabridas, según el numen del narrador.

En otro curso pasó a Barcelona, y sucesivamente fue viajando de Universidad en Universidad, según el humor de los catedráticos y su benevolencia con los alumnos. Su carrera no adelantó gran cosa. Aprobaba ciertos cursos por un azar feliz en el momento del examen o por la tranquila audacia con que hablaba de lo que no sabía. En otros se atascaba, no pudiendo seguir adelante.

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