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, está aquí repuso frunciendo ligeramente el ceño. Parece que no puede seguir ausente de Estrelsau por mucho tiempo observé sonriéndome. Más vale así, y me alegro de verlo aquí. Cuanto más cerca mejor. La Princesa me dirigió una rápida mirada y preguntó: ¿Qué quieres decir, primo? ¿Que así podrás?... Ver mejor lo que hace, eso es. Y , ¿por qué te alegras de ello? No he dicho tal cosa.

Hombre dijo aquí don Claudio frunciendo el ceño y atusándose nervioso los bigotes grises , tomadas por ahí las cosas, cierto que no era envidiable la situación de usted al volver a Villavieja.

Al fin buscó entre estos papeles un pliego de carta, y frunciendo el ceño con la expresión recelosa de un niño que teme ser cogido en plena mentira, empezó á escribir: «Mi morocha linda: Envíame lo antes posible, en un paquete, el traje de fraque que me hice cuando nos casamos. La vida ha cambiado aquí completamente.

Nada de particular tenía todo esto; pero lo tuvo, y mucho para , lo que sucedió enseguida; y fue que, vuelto de repente hacia nosotros el hombre que descargaba el carro, y mientras nos miraba frunciendo mucho los ojos, apoyándose gallardamente en el horcón clavado por sus puntas en el heno, observé que Neluco se descubría delante de él y le saludaba con el nombre del caballero a quien íbamos a visitar.

Ayer no te vi dijo Dupont frunciendo el ceño y coloreándosele las mejillas. No pude ir, don Pablo, Me retrasé... unos amigos... Ya hablaremos de eso. ¿ sabes qué fiesta fue la de ayer? Te hubieras conmovido viéndola.

¿Has olvidado el ya? ¡Tanto tiempo se pasó! Tienes razón... Pero mira cómo yo no lo he olvidado. El miércoles le vi... te vi en la carretera de Nieva... Ibas en un caballo blanco... Era una yegua. Creí que te tiraba. ¡Tirarme! exclamó Pablito frunciendo el entrecejo. ¡Afloja un poco, chica! A no me tira tan fácilmente una jaca.

Sus manos, cubiertas con guantes gruesos de lana de color verde claro, se apoyaban en un enorme garrote de serbal lleno de nudos. Iba vestido con un largo capote de paño pardo; cualquiera hubiera creído que era un ermitaño. Cada vez que se levantaba un rumor de algún lado, el señor Jerónimo volvía lentamente la cabeza y se ponía a escuchar, frunciendo las cejas.

Finalizaba la sopa cuando entró Rafaelito, sudoroso, sofocado, como si hubiese corrido mucho para llegar a tiempo. ¡Vaya una hora de venir! dijo la mamá, frunciendo el ceño. Era un ser insignificante y de aspecto pretencioso.

Castro, que hacía días estaba un poco despechado por la frialdad de su dueño, sonrió forzadamente frunciendo en seguida el entrecejo. A Pepa no le pasó inadvertido este gesto. Mire usted qué cara tan nublada tiene en este momento Osorio. ¡Inspira horror! Y toda la culpa la tiene usted, pícaro. ¡Yo! Nada de eso. Deben de ser cuestiones de guita las que le ponen tan amarillo.

Todo ezo es mojama, amigo. ¡Ahora que tiene uzté los dos milloncetes en el borziyo, viene uzté con remilgos! Sentí aquella frase como un bofetón en la mejilla, y le dije, frunciendo el entrecejo, en tono áspero: Ruego a usted, Suárez, que no siga en ese camino, porque vamos a reñir. No tolero bromas sobre tal asunto.