Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de junio de 2025
No como una segunda fase de su carácter servicial, sino como una ampliación de él, tenía don Manuel la virtud de la filogenitura, o sea protección decidida, incondicional, una protección frenética y delirante, a la copiosísima, a la inacabable, a la infinita familia de los Peces.
Doña Blanca, puesta de pie otra vez, con ademán imperioso, señalando la puerta con la mano, expulsaba al Comendador. ¿Qué había de hacer, qué había de contestar éste? Doña Blanca pareció frenética á los ojos del Comendador, lleno de piedad y casi de susto. Temió ser cruel y mal caballero si respondía. Guardó silencio.
Aquella reunión inmensa, a la que acude toda la población de la ciudad y la de sus cercanías; aquella agitación, semejante a la de la sangre cuando se agolpa al corazón en los parasismos de una pasión violenta; aquella atmósfera ardiente, embriagadora, como la que circunda a una bacante; aquella reunión de innumerables simpatías en una sola; aquella expectación calenturienta; aquella exaltación frenética, reprimida, sin embargo, en los límites del orden; aquellas vociferaciones estrepitosas, pero sin grosería; aquella impaciencia, a que sirve de tónico la inquietud; aquella ansiedad, que comunica estremecimientos al placer, forman una especie de galvanismo moral, al cual es preciso ceder o huir.
La barra se escapa de sus manos, vibra en el aire con zumbido temeroso, roza al caer la rama de nogal plantada por Matías y va á clavarse más lejos. «¡Viva! ¡Viva!» grita la muchedumbre frenética. El mozo de Langreo se muerde los labios de despecho, toma de nuevo la barra y la hace partir. No logra mejorar su tiro. Segunda vez pide al jurado permiso para probar fortuna y lo obtiene.
Luego tejieron la más arrebatada y frenética danza que puede imaginarse. Y, por último, cuatro de los derviches, trompeteros de resuello pujante, hicieron resonar las kernas de que venían provistos. La danza se precipitó entonces con rapidez sobrehumana. Verlos bailar causaba mareo.
Una calma aparente reinaba en la casona, porque Narcisa, sabiendo que le era imposible contrarrestar la influencia que Fernando ejercía en su madre, se contentaba con zaherirlos a los dos a cierta distancia del marino, apagando la voz y mordiendo las desesperaciones de su envidia. El fracaso de sus tentativas conquistadoras cerca de Salvador la tenía frenética.
Dibujaba con frenética rapidez, rellenando el interior de los contornos de masas de color. Hasta aquí todo iba bien. Pero después vacilaba, permaneciendo inactivo ante el cuadro, para arrinconarlo finalmente en espera de tiempos mejores. Lo mismo le ocurrió al intentar varios estudios de cabezas femeniles. No podía terminar nada, y esto le produjo cierta desesperación.
Exaltado por el furor de los elementos, por el estampido del trueno, por el correr de las aguas, por el mugir de los árboles sacudidos, corría con alegría frenética. Cuando recobré la calma y encontré lumbre, pan, vestido seco, todas las dulzuras de la buena hospitalidad montañesa, casi echaba de menos la poderosa voluptuosidad que acababa de disfrutar allá fuera.
Y temiendo un segundo fustazo después de tales palabras, hizo dar vuelta á su caballo, huyendo en una carrera frenética que no se detuvo hasta el Arco de Triunfo. Después de este incidente, doña Mercedes perdió toda esperanza de que su hija fuese una Lubimoff.
Y este alarde de lujo le servía grandemente para fascinar á las hembras y rendirlas. Despojado de tales atavíos, quizá no sería tanta su buena fortuna. Pero esto es lo que no se confesaría el guapo aunque se hallase en el trance de morir. Soledad le amó con pasión frenética, mezcla de sensualidad, de admiración y gratitud.
Palabra del Dia
Otros Mirando