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Actualizado: 15 de julio de 2025
Y empezó su martirio, un martirio lento y terrible. Las criadas y los niños del segundo y tercero fueron sus sayones. Si sentía fregar los suelos del segundo, poníase de mal humor: la arena desgastaba el entarimado. Si veía rayado el estuco de la escalera por la mano bárbara de algún chiquillo, se le encendía la cólera y murmuraba palabras siniestras y amenazas de muerte.
Trajes de gala que datan de un matrimonio remoto; medias blancas con zapatos negros; collares de nodriza entre joyas valiosas... Son las compañeras de los germanos esparcidos por América; valerosas señoras que después de un viaje por Europa vuelven a fregar los platos de la estancia o de la tienda. Unas se quedan en el almacén de Buenos Aires.
Paso, señor Tomás replicó Lope : vámonos poquito a poquito en esto de las alabanzas de la señora fregona, si no quiere que, como le tengo por loco, le tenga por hereje. ¿Fregona has llamado a Costanza, hermano Lope? respondió Tomás . Dios te lo perdone y te traiga a verdadero conocimiento de tu yerro. Pues, ¿no es fregona? replicó el Asturiano. Hasta ahora le tengo por ver fregar el primer plato.
No importa dijo Lope no haberle visto fregar el primer plato, si le has visto fregar el segundo, y aun el centésimo. Yo te digo, hermano replicó Tomás , que ella no friega, ni entiende en otra cosa que en su labor, y en ser guarda de la plata labrada que hay en casa, que es mucha. Pues ¿cómo la llaman por toda la ciudad dijo Lope la fregona ilustre, si es que no friega?
Fregar en tabernas, donde tenía las propinas por salario; ayudar a un chulo a vocear quincalla; recoger y vender colillas; dormir en los quicios de las puertas: esta existencia llevó por espacio de unos cuantos meses, sucio, descalzo, desarrapado, hambriento y ostentando por entre los desgarrones de la camiseja el pecho dorado y fuerte como un bronce antiguo.
En el último peldaño de la escalera encontraron otro obstáculo: dos muchachuelas y tres nenes, uno de estos en mantillas, interceptaban el paso. Estaban jugando con arena fina de fregar. El mamón estaba fajado y en el suelo, con las patas y las manos al aire, berreando, sin que nadie le hiciera caso.
A este punto llegaban de su coloquio el duque, la duquesa y don Quijote, cuando oyeron muchas voces y gran rumor de gente en el palacio; y a deshora entró Sancho en la sala, todo asustado, con un cernadero por babador, y tras él muchos mozos, o, por mejor decir, pícaros de cocina y otra gente menuda, y uno venía con un artesoncillo de agua, que en la color y poca limpieza mostraba ser de fregar; seguíale y perseguíale el de la artesa, y procuraba con toda solicitud ponérsela y encajársela debajo de las barbas, y otro pícaro mostraba querérselas lavar.
Del cuerpo no he de decir sino que difícilmente se encontrarían formas más exactamente comparables a las de un palo de escoba vestido, o, si se quiere, cubierto de trapos de fregar suelos; de los brazos y manos, que al gesticular parecía que azotaban, como los tirajos de un zorro que quisiera limpiar el polvo a la cara del interlocutor; de su habla y acento, que sonaban como si estuviera haciendo gárgaras, y aunque parezca extraño, diré también, para dar completa idea de la persona, que de todas estas exterioridades desapacibles se desprendía un cierto airecillo de afabilidad, un moral atractivo, por lo que termino asegurando que la Pitusa no era antipática ni mucho menos.
Aquello debía ser hereditario: la afición de sus antecesores los montañeses de Aragón a las hembras fornidas, duras, oliendo a bestia bravía y con las manazas agrietadas por el esparto y la tierra de fregar.
«Dígale por Dios a la Superiora que estoy arrepentida y que me perdone... que yo cuando me da el toque y me pongo a despotricar soy un papagayo, y la lengua se lo dice sola. Sáqueme pronto de aquí, y trabajaré como nunca, y si me mandan fregar toda la casa de arriba a abajo, la fregaré.
Palabra del Dia
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