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Actualizado: 22 de julio de 2025
A las diez de la noche Lidia llegó corriendo a la pieza de Nébel. ¡Octavio! ¡mamá se muere!... Corrieron al cuarto de la enferma. Una intensa palidez cadaverizaba ya el rostro. Tenía los labios desmesuradamente hinchados y azules, y por entre ellos se escapaba un remedo de palabra, gutural y a boca llena: Pla... pla... pla... Nébel vió en seguida sobre el velador el frasco de morfina, casi vacío.
Y mandó por los pueblos unos pregoneros con trompetas muy largas, y detrás unos clérigos vestidos de blanco que iban diciendo así: «¡Cuando no hay libertad en la tierra, todo el mundo debe salir a buscarla a caballo!» Y por todo eso querían mucho los chinos a aquel emperador galán, aunque cuentan que eran muchas las golondrinas que dejaba sin nido, porque le gustaba mucho la sopa de nidos; y que una vez que otra se ponía a conversar con un frasco de vino de arroz: y lo encontraban tendido en la estera, con la barba revuelta en el suelo, y el vestido lleno de manchas.
Elena alegre con estas palabras como un pajarito en el árbol aparentaba no creerle, le tiraba del bigote, le daba suaves bofetadas en las mejillas, le tapaba la boca, «el frasco de las mentiras» como ella decía. Pero él, aunque enajenado por aquella lluvia de caricias, concluyó por mostrarse inquieto.
Estaba afligido, y me acordaba de ti. Puse lo menos cien papeletas, y después sentí en mí una sed muy rara, sed espiritual que no se aplaca en fuentes de agua. Me fui hacia el frasco del clorhidrato de morfina y me lo bebí todo.
Calla y duerme repuso aterrada, pareciéndole que evocar lo pasado era incitarla al delito. A las cuatro y media, cuando empezaba a despuntar el día, Clotilde llamó otra vez. Julia, con mano firme y pulso seguro, le dio la cantidad que debía del líquido contenido en el frasco grande, y esperó... ¿Vendría la agitación esperada y temida por el doctor?
Sobre el tocador del doctor había encontrado hacía tiempo un frasco de esencia, y había perfumado su pañuelo, que guardaba como si fuese un objeto precioso, y cuyo perfume saboreaba como saborea un borracho el aroma del vino. Además de las tres estancias habitadas, había en el piso superior otra más, completamente desierta y con una ventana italiana que abarcaba casi por completo la pared.
Una vez sola, levantóse aquélla bruscamente de su sillón y dio algunos pasos por su gabinete, aspirando con descomunal ira el frasco de inglesas sales, mientras que se entregaba para su corpino a este aproximado monólogo: ¡No hay duda!
El descubrimiento fue completo cuando encontraron en el jardín, en el suelo, entre unos matorrales de oxiacanto, los fragmentos de un frasco, en cuyo cuello una parte del veneno disuelto había dejado un reguero blanco, de cambiantes reflejos. Manifiestamente, había sido arrojado por la ventana, y tenía aún el rótulo que indicaba, con la fecha de la receta, la manera de tomar la poción.
Después de esfuerzos inauditos, consiguiose, por fin, sacar del armario el famoso frasco y con él un antiguo vasito de plata completamente abollado, el vaso que Mauricio usaba cuando era pequeño. Me lo llenaron de cerezas hasta el borde, ¡le agradaban tanto a Mauricio las cerezas! Y al servirme el viejo me murmuraba al oído con aire golosón: ¡Es usted muy dichoso pudiendo comerlas!
Ya las tierras a lo largo del Pei-Hó estaban todas blancas de nieve; en las ensenadas bajas el agua empezaba ya a helarse, y envuelto en pieles de carnero, alrededor de las hogueras, en la popa del barco, los buenos padres y yo íbamos conversando de los trabajos de los misioneros, de las cosas de la China, y a veces de las cosas del cielo, mientras corría de mano en mano el frasco de ginebra.
Palabra del Dia
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