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Actualizado: 22 de julio de 2025
Lita recostó su cabeza febril en el pecho de su mamá, y dejándose cantar lindas canciones en voz baja, quedose más profunda y tranquilamente dormida que si le hubieran propinado todo el frasco del remedio recetado por el médico de los anteojos de oro y del reloj que hacía tic-tac hasta en el bolsillo. ¡Siete días, sólo siete días bastaron a Lita para concluir su colcha blanca!
Aquí tiene usted estos glóbulos que tomará usted cada tres horas: tres del frasco marcado A. y cuatro del marcado B., alternativamente. Hoy es lunes; el viernes próximo vendrá usted a verme, ya curado. Pagué su modesto honorario, y bajé la escalera rápidamente, como si volara en alas de la esperanza. La tarde estaba tibia y perfumada, y la puesta del sol parecía un incendio en los montes lejanos.
En un veladorcito puso un sortijero con alfileres, horquillas, agujas, imperdibles y un gran frasco de agua de Colonia sin destapar, con su caperuza de pergamino y sus cordones de colores. Pero, de allí a poco, pensándolo mejor, e imaginando que aquello, además de estar en contradicción con su carta, denotaba práctica de libertino a sangre fría, solamente dejó el perfume y las flores.
Y se dirigió, con el frasco en la mano, hacia M. L'Ambert, que se había sentado al pie de un árbol y sangraba con tristeza. Caballero le dijo entre profundas reverencias, podéis creerme que lamento sinceramente el no haber tenido el honor de conoceros con ocasión de un acontecimiento menos desagradable que este.
Tiene la boca amoratada, los ojos profundamente hundidos, y la mirada enloquecida de ansia. Es todo cuanto queda de un cocainómano. ¡Cocaína! ¡Por favor, un poco de cocaína! El sepulturero, sereno, sabe bien que él mismo llegaría a disolver con la saliva el vidrio de su frasco, para alcanzar el cloroformo prohibido. Es, pues, su deber ayudar al hombrecillo tiritante.
Allí alternaban dos pares y medio de guantes descosidos, restos de una conquista, con un tarro de betún y un frasco de agua de Colonia, al cual los vaivenes de la suerte convirtieron en botella de tinta, después de haber sido mucho tiempo alcuza de aceite. De inválida percha pendían una capa, una cartuchera de miliciano , dos chalecos de rayas encarnadas y una faja que parecía soga.
Cuando Cobo hubo realizado varios de aquellos viajes de un coche a otro, que no dejaban de ser peligrosos por la velocidad del tren, Lola Madariaga, fijando una mirada burlona, primero en Clementina, luego en Alcázar, dijo a éste: Alcázar, ¿se atreve usted a ir a pedir a la condesa de Cotorraso su frasco de sales? Me siento un poco mareada.
Ya he bebido bastante dijo. No seré yo quien contradiga al Rey asentí. La verdad es que había bebido demasiado. Y entonces se presentó José y puso delante del Rey un venerable frasco, que, por su apariencia, debía de haber reposado largos años en obscuro sótano.
Cuando ya no podía tenerme de debilidad, me senté ante un frasco de malvasía y un jigote de carnero, y al primer bandazo se me vino encima el frasco, poniéndome de perlas ropilla y calzas, y el guiso fué á dar con salsa y todo en el santo suelo.
Quintanar pasó a la convicción contraria; se le antojó que bien podían ser las ocho, se vistió deprisa, cogió el frasco del anís, bebió un trago según acostumbraba cuando salía de caza aquel enemigo mortal del chocolate, y echándose al hombro el saco de las provisiones, repleto de ricos fiambres, bajó a la huerta por la escalera del corredor pisando de puntillas, como siempre, por no turbar el silencio de la casa. «Pero a los criados ya los compondría él a la vuelta. ¡Perezosos!
Palabra del Dia
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