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Actualizado: 23 de junio de 2025


El Padre Ambrosio jamás había ejercido ni querido ejercer cargo en el convento. Hubiera podido ser guardián, pero era sencillamente un fraile como otro cualquiera. Su extraordinaria reputación inspiraba, no obstante, el respeto más profundo.

Sus brazos se abrieron; dejó el trozo de granito que oprimía con fuerza, abrió desmesuradamente los ojos... y desapareció. ¡Gracia! ¡gracia! ¡Dios mío! ¡me ahogo! aulló el fraile que se debatía entre las olas. ¡Cómo! dijo el oficial , ¡aun vive el impío! ¡fuego, pues, por Santiago!

No ignoraba primor alguno de los concernientes a su profesión; barquillos anchos y finos como seda para rellenar de huevos hilados, barquillos recios y estrechos para el agua de limón y el sorbete, hostias para las confiterías y no las hacía para las iglesias por falta de molde que tuviese una cruz , flores, hojuelas y orejas de fraile en Carnaval, buñuelos en todo tiempo.... Pero nunca lo tenía de lucir estas habilidades accesorias, porque los barquillos de diario eran absorbentes. ¡Bah!, en consiguiendo vivir y mantener la familia....

Por la tarde, el Padre Alesón visitó a Su Ilustrísima. El obispo se mostró en todo conforme con el dictamen de su hermano en religión. El fraile salió radiante. Cuando él salía, la duquesa entraba. ¿A qué debo el honor de ver a mi señora la duquesa por esta humilde casa? dijo el obispo, con galantería, haciendo un paso de pavana, que le sentaba muy mal.

El militar se arroja de mal humor en el cabriolé, entre un francés que le pregunta: ¿Tendremos ladrones? y un fraile corpulento, que con arreglo a su voto de humildad y de penitencia, va a viajar en estos carruajes tan incómodos.

Hasta qué punto podían trastornar la inteligencia del adulto los terrores teológicos, implantados en el espíritu del niño colonial por los frailes españoles, lo sabemos por la historia de las guerras de religión; y hasta qué punto podían aplastar literalmente a los espíritus débiles de los indios y de los mestizos podemos inferirlo de las estadísticas de los manicomios, y por el augusto caso de aquel pobre Carlos II el Hechizado, que, de miedo al diablo, dormía cubierto de reliquias, rociado con agua bendita y con un fraile a cada lado de su cama.

Yo detestaba los libros que se han creado para muestra de que no hay en todo el mundo dos hombres que piensen de la misma manera, y que nacieron en manos de un artesano, como en manos de un fraile la pólvora, otra especie de libro que habla más alto, pero que tampoco dice nada que no sea confusión. Lord Gray se expresaba con exaltado acento. Tomé su mano y advertí que quemaba.

Roger se dirigió hacia él apresuradamente y el otro le preguntó: ¿Conocéis, buen amigo, la abadía de Belmonte? Mucho que , de allí vengo y en ella he vivido hasta hoy. Loado sea Dios, porque en tal caso podréis decirme quién es un fraile como un dragón, con la cara llena de pecas, los ojos negros y el pelo rojo, á quien por mi mal acabo de encontrarme en este camino. ¿Le conocéis?

Habíase enamorado de la hija del Fraile, no repentinamente y a la primera mirada, como los protagonistas de aquellas novelas que con tanta fruición leía, su pasión se había formado lentamente, por escalones que poco a poco había ido subiendo.

Toda la sangre de su cuerpo se diría que se le subió a la cabeza. Todo el orgullo de su casta se agolpó y amontonó en su corazón. No vio más que ridiculez indigna en que la creyesen objeto de la pasión de un fraile.

Palabra del Dia

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