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Actualizado: 15 de septiembre de 2025


Y confundidos con los libros vetustos aparecían otros de cubierta flamante y roja, cuadernos de propaganda socialista, folletos en todos los idiomas de Europa, y periódicos, muchos periódicos, con títulos que evocaban la revolución. Tchernoff no parecía gustar de visitas y conversaciones. Sonreía enigmáticamente á través de su barba de ogro, ahorrando palabras para terminar pronto la entrevista.

Si quiere usted mis dos comedias, mis folletos sobre la Unión ibérica y sobre la Organización de los bomberos en Suiza, mi obra de los Castillos, todo está a su disposición. Diez ejemplares de cada cosa para que hagan lotes en una tómbola. ¿Lo ven ustedes? Cae el maná, cae. Si en estas cosas no hay más que ponerse a ello... Mi amigo Baldomero también dará algo.

La Nueva Revista había publicado ya un interesante artículo de D. José Caicedo Rojas, sobre la poesía épica americana y sobre todo colombiana ; un importante y cruditísimo estudio de D. Salvador Camacho Roldán, sobre la poesía colombiana, a propósito de Gregorio Gutiérrez González ; y finalmente un notable juicio de D. Adriano Páez, sobre José David Guarin . En esos artículos se entrevé la riquísima y fecunda vida intelectual de aquel pueblo; pasan ante los ojos atónitos del lector centenares de poetas, literatos, historiadores, críticos, etc.; se descubre una producción asombrosa, una plétora verdadera de diarios, periódicos, folletos y libros.

Ora vagaba mi vista sobre la multitud de artículos y folletos que yacen empezados y no acabados ha más de seis meses sobre mi mesa, y de que sólo existen los títulos, como esos nichos preparados en los cementerios que no aguardan más que el cadáver, comparación exacta, porque en cada artículo entierro una esperanza o una ilusión.

Uno de los hypercríticos que junto á el estaban, le dixo en un entre-acto: Hace vm. muy mal en llorar; esa comedianta es malísima, y el que representa con ella peor todavía, y peor la tragedia que los actores: el autor no sabe palabra de arábigo, y ha puesto la escena en la Arabia; sin contar con que es hombre que cree que no hay ideas innatas: mañana le traeré á vm. veinte folletos contra él.

En una, la que estaba destinada al amanuense, unos estantes con papeles y legajos polvorientos, comidos de la polilla, folletos y periódicos, en paquetes atados con hilo de Campeche; una mesa secular, cubierta con una carpeta de paño verde, manchada de tinta; gran tintero de plomo, una marmajera del mismo metal, dos plumas dignas del gabinete de un arqueólogo, y un retal de casimir negro para limpiar las plumas, procedente, sin duda, de algún pantalón viejo del abogado.

Por ventura, aquellas resmas de prospectos, o aquellas circulares de industriales que «acaban de recibir el surtido para la estación», o las esquelas mortuorias, o los folletos insulsos que diaria y profusamente le llegaban por el correo interior y que al principio creyó muestras de una especial deferencia a su persona, pues le eran desconocidos los remitentes, ¿no se le enviaban a título de diputado a Cortes? ¿No los recibían igualmente todos sus colegas, muchos de los cuales no tenían sobre qué caerse muertos?

Pero como la naturaleza sensible de este joven necesitaba algún tierno desahogo, sustituyó a los esclavos por los niños, dedicando toda su actividad a la protección de estos seres inocentes; fundó una sociedad para el efecto, e inauguró una serie de banquetes que dieron mucho que decir a los periódicos; también escribió algunos folletos acerca de «la educación física intelectual y sentimental de los niños,» «los juegos de la infancia,» «el trabajo de los párvulosetc., etc.

Era el encargado de la publicidad de la casa, y de su pluma de viejo periodista, de vencido intelectual, salían los prospectos, los folletos, las memorias, las cartas en la cuarta plana de los periódicos, que pregonaban la gloria de los vinos de Jerez, y especialmente los de la casa Dupont, pero en un estilo pomposo, solemne, entonado, que no llegaba a adivinarse si era sincero o una broma que don Ramón se permitía con su jefe y con el público.

Cuando no está en los pastos, vésele sentado junto a su puerta, descifrando pacientemente, con una aplicación infantil y conmovedora, uno de esos folletos de color de rosa, azules o amarillos en que están envueltos los frascos de medicina que emplea para los caballos. El pobre diablo no se distrae más que en la lectura, ni tiene más libros que éstos.

Palabra del Dia

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