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Actualizado: 2 de octubre de 2025
Para honor de su ingenio, para gloria De su florida edad, para que admire Siempre de siglo en siglo su memoria, En este gran sugeto se retire Y abrevie la esperanza deste hecho, Y Febo al gran VALDES atento mire. Verá en él un gallardo y sabio pecho, Un ingenio sutil y levantado, Con que le dexe en todo satisfecho.
Era cochero de mi tía, y cuando Alejandro empuñaba las riendas de la calesa de la señora de Berrotarán, los tordillos negros de mi tía, al tomar el trote largo, eran la pareja más famosa que por aquellos tiempos trotaba en la calle de la Florida y en el camino de Palermo.
Era el tal ridículo primorosa obra, en cuya elaboración tomaron parte las delicadas manos de su dueña; obra del siglo pasado y del año 94, en que la dama lo lució en los paseos de la Florida los días de invierno, con gran aceptación de la juventud de entonces.
¡Qué loquilla! dice alegremente. Vuelve a caer sobre la almohada, y se duerme con la sonrisa en los labios. A la mañana siguiente, Juan busca en el cuarto sus ropas de trabajo. Le aprietan un poco en los hombros. ¡Cristo! ¡cómo ha engrosado! Ya está alto el sol. Le parece que pone menos luz y calor en cualquier parte que no sea en aquella soledad florida.
Que mañana, quizá, tu padre y tu hermano necesiten de estas prendas, que ahora tiran... porque yo he oído que sus negocios andan así, así... te juro que no lo sentiría sino por ti, que eres un pedacito de gloria; en cuanto a ellos, bien merecido lo tendrán; ese día me visto de colorado y canto el himno nacional en la calle Florida.
¡Ah! prosigue tu camino Por la pampa solitaria: La tiranía es precaria Y con esplendor divino Se alzará la Libertad. Sí, prosigue tu carrera, Por la llanura estendida, Y alza en tu cima florida Del porvenir la bandera Y del hombre la Igualdad. Mas ¿qué miras? La campaña Que á lo lejos se dilata, El arroyuelo de plata, El cielo que nada empaña, O el inmenso pajonal?
¡Era demasiado para don Mariano!... ¡Con qué gusto se cambiaría por aquel afortunado capitán Pérez!... ¡Y pensar que tan odioso militarejo pudiese llegar de un momento a otro a destruir el pequeño e inocente placer de su amistad con la deliciosa criatura, como un asno que arranca con los dientes, al pasar por un jardín, una florida mata de claveles!
Bajaban por la calle Florida y llegaron, conversando, a las puertas del Jockey-Club. Entremos, dijo Muñoz. Busquemos una salita donde podamos conversar enteramente solos. La vida tiene cosas extrañas, muy extrañas, y uno se transforma y va dejando atrás los pedazos de su personalidad antigua. ¿Sabes que aprendí a dudar?
Las espesas arboledas de la cima, los interminables balaustres blancos con arcos de clemátides color de vino, parecían chorrear una vida inferior florida y verde por estos desgarrones de las murallas, enviándola al mar. Cuando vea esto desde abajo, en una barca, lo apreciará usted mejor.
Un entierro de fuste en Buenos Aires no necesita describirse: el empresario fúnebre conoce los gustos de la gran capital, en los que prepondera la gran aldea: el convoy tiene que hacer corso en la calle de la Florida: no hay otra calle para ir a la Recoleta, y si a alguien se le ocurriera la idea de cambiar el itinerario, no sería difícil que el muerto o la muerta, siendo de la aristocracia, o sobre todo de la gran política, resucitara protestando contra la variación de la ruta.
Palabra del Dia
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