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Las espesas arboledas de la cima, los interminables balaustres blancos con arcos de clemátides color de vino, parecían chorrear una vida inferior florida y verde por estos desgarrones de las murallas, enviándola al mar. Cuando vea esto desde abajo, en una barca, lo apreciará usted mejor.

La jardinera pasó un día al palacio del arzobispo, pero don Sebastián estaba con el arrechucho y no quiso recibirla, envíandola dos pesetas con un familiar. No son malos decía la jardinera, entregando sus colectas a la pobre madre , pero cada uno vive para él, y el prójimo que se arregle. Nadie parte ya el manto con nadie.... Toma esto y veas cómo sales del paso.

Para el maître, era indudable que un poder misterioso había querido deshacerse de esta mujer, enviándola á un país enemigo como si la enviase á la muerte. Ulises adivinó en el defensor un estado de alma semejante al suyo, la misma dualidad que le había atormentado en todas sus relaciones con Freya. «Yo, señor escribía el abogado , he sufrido mucho.

De aquí que ahora estuviera impaciente por consumar su sacrificio de separarse de la muchacha enviándola a un convento cuanto antes mejor. De harto mal talante, y a fin de no faltar a la costumbre convertida ya en deber, Juanita acudió a casa de doña Inés para las lecturas y coloquios que ambas tenían a solas.

Si la chica tosía era por vicio, pues no la faltaban su libra de pan y su rinconcito en la cazuela de arroz; algunos días hasta comía golosinas: morcilla de cebolla y sangre, por ejemplo. Los domingos la dejaba divertirse, enviándola a misa como una señora, y aún no hacía un año que le dio tres pesetas para una falda.

Esta bondadosa disposición de las ayudantes subió de punto cuando la directora, que no tenía hijos, y era aun una muy bella mujer, dio muestras de aficionarse tan especialmente a Leonor, que algunas tardes la dejaba a comer a su mesa, enviándola luego a doña Andrea con un afectuoso recado; y un domingo la sacó a pasear en su carruaje, complaciéndose visiblemente aquel día en responder con su mejor sonrisa a todos los saludos.

Los médicos la habían hecho abandonar el palacio de París, con su lúgubre decorado que excitaba su locura, enviándola á la Costa Azul para que se saturase de sol y de aire libre.

15 ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de Espíritu? ¿Y por qué uno? Procurando simiente de Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y contra la mujer de vuestra mocedad no seáis desleales. 16 El que la aborrece enviándola, dijo el SE

Ruego á V.S., me haga este favor, como de su benevolencia lo espero: podrá venir esta certificacion con él que lleva esta carta, enviándola para eso al Colegio.