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Actualizado: 16 de junio de 2025


Entró en la habitación, á la sazón desierta, y vió el cofrecillo sobre la chimenea. Era una caja de forma cuadrada con incrustaciones de marfil, como se hacen tantas en Florencia. Debajo, vió Mauricio al volverla, grabadas en la madera, estas palabras: "Pellegrini, via Maggio."

Tres días después me paseaba por la vía Fornabuoni, en Florencia, por esa calle de palacios medioevales, bancos y consulados, que durante tantos inviernos me ha sido tan familiar, hasta que preferí las partidas de caza en Inglaterra a los rayos solares del Lung'Arno y el Cascine.

Por otro lado, ¿por qué ha de dejarse todo á la iniciativa del Estado? Florencia nos ha demostrado que un corazón real vale tanto como la realeza. La mujer es reina; de consiguiente, á ella toca mandar. Si yo fuese una señora joven y bella, muy bien lo que haría.

A veces figurábame distinguir ciertas reproducciones de las catedrales de Florencia ó de Pisa; otras, creía ver silenciosas esfinges ó monstruos innominados, ¿acaso ballenas? ¿elefantes? lo ignoro: quimeras de mi fantasía, , y sueños extraños. Nada de realidades.

La sangre que yo había hecho derramar nada me había dicho aún: era necesario que yo mismo derramara la sangre de una víctima, de una mártir, para comprender la ley del amor. Todas las enseñanzas que ella me había prodigado, y yo había desdeñado y hecho objeto de risa, volvieron a mi memoria. La simiente que parecía perdida, fructificó. ¿Cree usted que Florencia haya muerto?

Y tomando una mano del joven, le suplicó: Roberto, ¿me perdona usted? Este hizo con la cabeza un movimiento afirmativo. Y al ver que de los ojos de Zakunine brotaban las lágrimas, al ver el llanto de ese hombre de corazón de hierro, concluyó él también por llorar. El alma de Florencia está presente aquí dijo el Príncipe. Ya los sollozos no turbaban su voz: su llanto era tranquilo y suave.

Si ante el cadáver de Florencia había sentido desgarrársele el corazón; si la increíble idea de no verla más le había casi enloquecido; si la impotencia para vengarla le había roído las entrañas; si el miedo de haber sido él la causa de su muerte había ido a agravar con atroces remordimientos su dolor ya harto grave, todo eso podía haberle hecho creer que ya había llegado al término de una prueba tan cruel; pero un nuevo sentimiento de horror le asaltaba de pronto.

Puede ser que resida en otra parte de Florencia, dado lo que sabemos. Pues debes descubrirlo. Es imprescindible que yo sepa todo lo concerniente a él antes que me vaya de aquí; por consiguiente, voy a ayudarte a vigilar su vuelta. Babbo sacudió la cabeza y empezó a jugar con su cigarro, que estaba ansioso poder fumar. No, signore.

El Canelo se detuvo en su carrera y cayó herido mortalmente. El conde soltó una carcajada y dijo alargando la escopeta á miss Florencia: «Veo que aún no he perdido enteramente la puntería». Todos los circunstantes quedaron atónitos. Pedro se puso blanco como el papel; después le subió una ola de sangre á la cara y pasó un relámpago de ira por sus ojos.

Pasé allí diez minutos, sin lograr reponerme de mi aturdimiento, y abrumado al fin por el peso del ridículo balbuceé algunas excusas y me retiré acompañado por las carcajadas de Florencia que no pudo contener la hilaridad al ofrecerme su casa. ¿Y a qué viene el recordar ahora tales cosas?

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