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Actualizado: 16 de junio de 2025


Los dos vandoleras, de Lope de Vega. Olvidar para vivir, de Miguel Bermúdez. El hijo por engaño y Toma de Toledo, de Lope. La locura cuerda, de Juan de Silva Correa. Los Médicis de Florencia, de D. Diego Enciso: representóla Cebrián. El burlador de Sevilla, de Tirso: representóla Roque de Figueroa. Marina la porquera, del bachiller Andrés Martín Carmona.

Después de larga pausa dejó el hierro en su sitio y sacó del bolsillo un papel que presentó al aya. Mira lo que acaban de entregarme. Miss Florencia lo acercó á la chimenea y pasó sus ojos por él. Un anónimo profirió sonriendo y entregándoselo de nuevo. , un anónimo... ¿Por qué sonríes? Porque me causa mucho placer que te agite tanto la pérdida del cariño de tu esposa.

No se me había ocurrido aún que pudiera casarme con él, pero pensaba con gusto en que podía ser la dama por la cual ese caballero descendía a la arena. ¡Y si supiera qué placer de otro género, no experimentado aún, sentí cuando me envió aquella tarjeta en que se titulaba en broma: Proveedor de Su Gracia la Marquesita Florencia.

Como entre la comedia The elder Brother, de Fletcher, y la de Calderón, De una causa dos efectos; entre la Twelfth Night de Shakespeare, y la comedia anónima La española en Florencia; entre la Maid of the Mill, de Beaumont y Fletcher, y La quinta de Florencia, de Lope; entre la Duchess of Malfy y El mayordomo de la duquesa de Amalfi, de Lope de Vega.

Volvamos, pues, a Florencia. Te decía que tomé dos decisiones a un tiempo, cosa muy extraña en , que apenas tomar una. Verdad es que, si alguna vez lo hago, no hay nadie que persevere más en su propósito ni que siga su camino tan impertérritamente como yo... ¡Por vida de!... Se me figura que acabo de soltar un adverbio. Tienes perfecto derecho a hacerlo repuso Amaury con gravedad.

No veía Salinas gran porvenir para él en el estado seglar y así se decidió por el eclesiástico, haciendo un viaje á Florencia, punto en que residía un su hermano, y á Roma, donde permaneció algún tiempo, y consiguió del Papa una canongía en Segovia, que sirvió ya de sacerdote, según apuntan sus biógrafos.

Algo semejante, aunque no con tal fuerza, le acaeció en presencia del Apolo del Belvedere, y el Fauno de Praxíteles en Roma, de la Niobe y la Venus de Cleomenes en Florencia. Al regresar a Madrid y tocar nuevamente la prosa de los expedientes y la vida mezquina de la casa de huéspedes, experimentó una sensación de tristeza mortal como si le hubiesen condenado a presidio.

Efectivamente, Azorín se va a París. ¿Por qué a París, y no a Brujas, a Florencia, a Constantinopla, a Praga, a Petersburgo?

El «ceco», así llamado por su ojo defectuoso, aparentemente era un hombre de recursos, porque sus propinas a los mozos y mucamas eran siempre generosas, y cuando estaban allí hospedados, tanto él como su hija, ordenaban lo mejor que podía procurarse. Venían de Florencia, pensaba el padrone, pero de esto no estaba seguro.

Según los historiadores, cuando regresó el rey René de Anjou de su desventurada expedición de Nápoles en 1442 entre los obsequios que recibió al detenerse en Florencia, fué el de una leona que estimó mucho, porque era, aficionado á las bestias raras .

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