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Actualizado: 16 de junio de 2025


Otro menos seguro de su propia fuerza se hubiese prendado del modo de ver o la manera de ejecutar de alguno de aquellos pintores que llenaban con su gloria Venecia, Florencia y Roma: él se modifica progresando sin imitar a nadie, sin perder uno solo de los caracteres que desde un principio forman su personalidad.

¡Infeliz muchacho!... Si yo me dedicase á cazar, haría, seguramente, más que él.... Todo lo que cuentan los periódicos de sus hazañas debe pagarlo á tanto la palabra. Una primavera, encontrándose en Florencia, cambió instantáneamente la orientación de su vida. Vió su verdadero camino; se enteró de dónde estaba la celebridad.

El gabinete ocupa diferentes salones; los objetos están muy bien clasificados. El museo de pinturas, cerca del palacio que habita Victor Manuel, es pobremente pobre y apénas merece una hora de exámen: compónese en su mayor parte de copias, y los buenos maestros de las escuelas de Venecia, Florencia y Roma no aparecen por allí.

Los salones, con pavimento de mármol multicolor y techos mitológicos pintados al fresco, tenían las paredes desnudas, marcándose en su polvorienta palidez la huella de los cuadros célebres que las adornaban en otra época, hasta que fueron vendidos á los anticuarios de Florencia.

Consumido por la mayor ansiedad, esperé día tras día, pasando horas enteras tratando de descifrar el enigma enloquecedor de la carta de juego que tenía en mi poder, hasta que, en la mañana del 6 de marzo, en presencia de que Carlini no tenía éxito en Florencia, me fui con él a la vieja ciudad de Lucca, adonde llegamos por la vía de Pistoya, a las dos de la tarde.

No vengo más que a pedirte un favor, y si te cuento esa historia es con el fin de que a la amistad inquebrantable que existe entre nosotros y que debe moverte a prestarme ayuda se sume el deseo de reparar ciertos agravios. Muy bien; pero volvamos a Florencia. ¿Florencia se llamaba? preguntó Felipe. No lo sabía yo. Me gusta mucho ese nombre, casi tanto como me gustaba ella.

Nosotros no pensamos así: no queremos ser niños, ni tampoco olvidar, sino que con perseverante ardor deseamos auxiliar la penosa maniobra de ese gran siglo fatigado. Queremos hacer remontar la barca, empujando con mano fuerte el cabrestante del porvenir. «Vita nuova» de las naciones. Acabo de recibir una novela, un folleto de Florencia.

Pasando por alto las que ignoras, bien sabes que amé a Florencia y a Magdalena, pero ellas no se han enterado a no ser que te hayas encargado de comunicárselo. ¡Ah! Mi amor hacia Magdalena era tan profundo como respetuoso.

El testador ha designado como su secretario y administrador de sus bienes, a una persona desconocida para , de quien nunca he oído hablar: a un tal Paolo Melandrini, italiano, que, según parece, vive en Florencia. ¡Qué! grité, atónito. ¡A un italiano para secretario de Mabel! ¿Quién es ese hombre?

Cuando nació lo mandaron al campo a criarse con la mujer de un picapedrero, por lo que decía él después que había bebido el amor de la escultura con la leche de la madre. En cuanto pudo manejar un lápiz le llenó las paredes al picapedrero de dibujos, y cuando volvió a Florencia, cubría de gigantes y leones el suelo de la casa de su padre.

Palabra del Dia

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