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Actualizado: 16 de junio de 2025


Dio nuestro mozo en el claustro o patio de los Naranjos tras la silla, pero recatadamente y sin dejarse sentir de los que la conducían y resguardaban, y vio que, llegada la silla a la puerta del Perdón, allí se detenía, y se abría la portezuela, y salía la dama, toda rebozada, pero tan gallarda, que si empeñado iba ya por la mano Miguel, arrebatósele el alma a los espacios imaginarios a la vista de todo el cuerpo, aunque le encubriese y un tanto le dificultase el cumplidísimo manto de raja de Florencia.

Vérod le contemplaba como fascinado, incapaz de contestarle una sola palabra, de ver claro en el tumulto de sentimientos que se desencadenaban en su alma. Tengo que decir a usted una cosa. Quería decirla al juez Ferpierre; pero he pensado que mejor era dirigirme primero a usted... Y después de una pausa, añadió: Óigame usted, Vérod: Florencia d'Arda no se mató. Yo la asesiné.

Miss Florencia no movió un dedo siquiera. D. Carlos le tomó una mano y la llevó suavemente á los labios. Tampoco el aya hizo el menor movimiento. ¿No oyes, , no oyes? dijo entonces sacudiendo aquella mano. Soy yo. ¿Qué hay? repuso ella volviendo lentamente la cabeza.

Dentro de este sistema de gobierno no se observa más que vanidad, egoísmo, y deseos de realizar actos que tengan mucha resonancia, sean éstos del género que quiera. M. de la Maisonfort, ministro del rey en Florencia, ha muerto en Lyón de vuelta de Toscana.

Empecé a reflexionar qué pensaría de la gente del hotel cuando vieran la clase de visitante que recibía, porque el Saboya es uno de los más elegantes de Florencia; pero pronto se disiparon mis recelos, porque al salir, exclamar, en italiano, al portero del hall: ¡Hola, Babbo! ¿Algún nuevo remiendo?

El soneto fué muy aplaudido de toda la Academia, diciendo los más noticiosos della que parecía epigrama de Marcial, o en su tiempo compuesto de algún poeta que le quiso imitar, y otros dijeron que adolecía del Doctor de Villahermosa, divino Juvenal aragonés, pidiendo el Conde de la Torre a don Cleofás y al Cojuelo que honrasen aquella junta lo que estuviesen en Sevilla, y que dijesen los nombres supuestos con que habían de asistilla, como se usó en la Corusca y en la academia de Capua, de Nápoles, de Roma y de Florencia, en Italia, y como se acostumbraba en aquélla.

que lo estoy repuso Octavio con firmeza y clavando sus ojos en la dama; pero no sabe usted de quién. La condesa miró en aquel instante para la huerta y vió á miss Florencia que parada en medio de un camino los contemplaba fijamente.

D. Primitivo y sus secuaces habían entrado ya en la pomarada, y nuestra pareja siguió el ejemplo. Al llegar á la puerta tropezaron con miss Florencia y los niños. La condesa dirigió á aquélla una sonrisa. El aya permaneció grave y se inclinó profundamente dejándoles paso.

Usted recordará que supe en la vía San Cristófano que el señor Malandrini usaba anteojos con arcos de oro. ¿No será, acaso probable, que los use en Florencia para ocultar el defecto que tiene en la vista? ¡Yo también creo lo mismo! respondí. ¡Me parece que ha adivinado! Pero, por otro lado, ni su sirvienta ni sus vecinos sospechan que sea extranjero.

Sin embargo, al cabo de una semana el incidente habíase borrado de mi memoria y no me había vuelto a acordar más de él, hasta que este inesperado y extraño encuentro lo había renovado. ¿Sería posible que este monje, de cara bronceada por el sol, fuera el mismo hombre que tenía alquilado ese pequeño departamento en Florencia, y cuyas apariciones eran tan misteriosas y subrepticias?

Palabra del Dia

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