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Actualizado: 15 de mayo de 2025
¡Adelante! El brioso caballo galopa: sus crines negras trenzadas con cintas encarnadas flotan sobre su cuello nervioso, y la espuma blanquea su bocado y sus brillantes copas! ¡Adelante, muchacho! ¡que tu espuela se hunda en el flanco de tu montura, porque tu morena de las largas pestañas, trémula y asustada, te estrechará violentamente contra su corazón y tú sentirás sus latidos! ¡y sus cabellos acariciarán tu frente y su respiración abrasará tus mejillas!
Cuando se ha conseguido el indicado permiso, se desciende el Guaporé ó Iténes, admirando lo pintoresco de sus márgenes, y las montañas que dominan su ribera izquierda. A dos leguas, poco mas ó ménos, se presenta el fuerte del Príncipe de Beira sobre el cual tremola el pabellon brasilero. Este fuerte, de forma cuadrada y rodeado de fosos, tiene ademas un baluarte en cada flanco.
Otro escuadrón daba nueva carga por el mismo flanco, lo cual, observado por nosotros, nos reanimó. No íbamos mal; pero los franceses eran muchos, estaban muy hechos a tales embestidas, y sabían defenderse bien de la pesadumbre de los caballos, así como de los sablazos. Sin embargo, no retrocedían delante de nosotros.
Se llevó el emisario una mano al pecho en busca de un pito marinero, lo hizo sonar, e inmediatamente entraron en el comedor dos gendarmes alemanes de ridícula traza, con el casco abollado y pequeño para sus cabezas enormes, levitas angostas, pantalones cortos y un sable herrumbroso batiéndoles el flanco. La gente, al verles aparecer, rio con más espontaneidad que en la entrada de Tritón.
Viajero por amor, tendría que contemplar la felicidad ajena como los eremitas del desierto contemplaban las rosadas y fantásticas desnudeces evocadas por el Maligno. ¡Ay, quién podría darle en viviente realidad la imagen algo esfumada que latía en su recuerdo!... ¡Pasear sintiendo el dulce brazo en su brazo; soñar arriba, en la última cubierta, ocultos los dos detrás de un bote, las bocas juntas, la mirada perdida en el infinito; vivir toda una vida en tres metros de espacio, entre los tabiques de un camarote, despertando del amoroso anonadamiento con la campana del puente, que sonaba, en la inmensidad oceánica, discreta y tímida, como la otra campana monjil!... Y sumiendo Fernando su mirada en los borbotones de espuma moteados de puntos de luz que resbalaban por el flanco del navío, gimió mentalmente, con un llamamiento angustioso: ¡Oh, Teri!... ¡Alegría de mi existencia!
Y al movimiento, en celo, de su flanco se entreabren los pliegues de su falda en una irradiación de pedrería. Rozando las ajorcas y los velos con caricias de mano femenina, una pantera arrastra por los suelos el moteado de su piel felina. Sus patas, sigilosas, se deslizan entre las piernas de la bailarina, y en inquietud sus ojos rivalizan con las miradas de la danzarina.
En fin, en la mitad del flanco de las dos montañas opuestas, descansaban los extremos de un inmenso arco íris, el mas perfecto y luminoso que yo haya visto, echado sobre el valle y el lago, de un lado al otro, como un puente aéreo levantado para darle paso por encima del luminoso abismo á una legion de hadas ó genios invisibles.
En el punto en que la gran mole del Rigi presenta su flanco oriental, haciendo frente al Rossberg, que se alza del lado opuesto como un monstruo descarnado, el valle tiene un aspecto de desolacion que acongoja, sobre todo por los recuerdos que despiertan los enormes y desnudos pedrizcos dispersos en el sitio que en 1806 ocupaba el pueblo ó aldea de Goldau.
Durante larga distancia se ve esta masa corriendo por un flanco del río sin mezclarse con él; pero los remolinos, los reflujos de toda especie causados por los accidentes del fondo y las sinuosidades de la orilla, consiguen al fin la fusión de las aguas; la línea que las separaba se borra poco á poco, gruesos y transparentes borbotones surgen del fondo á través de la masa cenagosa; las materias impuras, más pesadas que el agua que las arrastra, se depositan en los márgenes.
Con la punta del látigo, Pablo acarició en flanco de Niniche, que comenzó a trotar con un trote infernal. ¡Mirad cómo levanta las patas, señor cura, mirad cómo levanta las patas! ¡con tanta regularidad!... Parece una verdadera máquina... Inclinaos para ver. El cura, por dar gusto a Pablo, se asomó a ver cómo levantaba las patas Niniche... mientras seguía pensando en otra cosa.
Palabra del Dia
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