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El carretero, que dormía tendido sobre la carga, al sentir el galope del caballo levantó la cabeza, los miró cruzar raudos y la dejó caer de nuevo como diciendo: «¡No tengáis cuidado: huíd, que por no quedará!» ¡Up! ¡up! Lucero galopa cuesta abajo como cuesta arriba.

Potentes escuadrones Al pié de los cañones, Su lanza dispersó, Y en medio á sus fusiles Y bayonetas viles Su caballo dejó. Al frente de su tropa Zacarías galopa Y hace el suelo crugir, Y la potente lanza Blandida con pujanza Se mira relucir. Magnífica tremola La bella banderola Del ínclito campeon, Y en medio á la pelea La moharra centellea Como una exalacion.

Sale Eugenio á sus diligencias, la lluvia comienza, el paraguas no basta para cubrir al viandante, y en una calle estrecha y atestada de lodo se encuentra Eugenio con un caballo que galopa, sin atender á que los chispazos de fango de sus cascos dejan al pobre pasajero pedestre hecho una lástima de pies á cabeza.

Pa abreviá: que el otomóvil se etuvo un poco más ayá, y yo di una galopá pa reunirme con er señó y ajustar las cuentas. Un hombre que pué meter la bala aonde quiere, lo para too en er camino. Gallardo escuchaba asombrado al Plumitas hablar de sus hazañas de carretera con una naturalidad profesional. A usté no tenía por qué detenerle. Usté no es de los ricos.

Lo agradable del galope no le impedía pensar, con cierta inquietud, en un suceso inevitable, y en una observación de orden distinto: ¿Cómo será al parar?; ¡qué difícil es hablar cuando se galopa!...

Apesar de esto el conde manda ensillar su caballo, sale de Lancia por la carretera de Castilla, y galopa entre torbellinos de lodo al través de las praderas y los bosques de castaños.

Sus ojos habían convergido en Lubimoff, que era la muerte. El tiempo se contrae y se dilata, según las emociones de los hombres. Su medida y su ritmo dependen del estado del alma humana. Unas veces galopa vertiginosamente en los relojes, que parecen locos; otras se desploma, se niega á seguir su marcha, y las milésimas de segundo abarcan más emociones que los meses y los años de la vida ordinaria.

¡Adelante! El brioso caballo galopa: sus crines negras trenzadas con cintas encarnadas flotan sobre su cuello nervioso, y la espuma blanquea su bocado y sus brillantes copas! ¡Adelante, muchacho! ¡que tu espuela se hunda en el flanco de tu montura, porque tu morena de las largas pestañas, trémula y asustada, te estrechará violentamente contra su corazón y sentirás sus latidos! ¡y sus cabellos acariciarán tu frente y su respiración abrasará tus mejillas!

Tanto hizo Alejandro, que Graciana, después de bailar con él la última galopa con un ímpetu y un entusiasmo indescriptibles, consintió en ir a cenar, no por cierto unas ostras con Sauterne, sino unas suculentas costillas de chancho, apoyadas por una copiosa taza de café con leche, con pan y manteca, que sirvieron para corregir la vacuidad incómoda, que todos los estómagos, ya sean plebeyos o aristocráticos, sienten a las tres de la mañana después de una noche de baile.