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Actualizado: 12 de junio de 2025


Maura, citado por doña Emilia, sostenga que la revolución se impone, y que a no hacerla desde arriba, desde abajo habrá que hacerla? ¿No sería mejor que nos quedásemos quietos, procurando, no con dictadores, ni con revoluciones, ni con flamantes leyes y decretos, sino trabajando mucho y bien en las artes y oficios útiles, aumentar la riqueza de la nación, restaurando así sus bríos antiguos y la enérgica confianza en sus altos destinos?

Y, sin embargo, allí no había muchos gabanes más flamantes que el suyo, ni muchas camisas más limpias, ni muchas botas más aplomadas. Al contrario, abundaban los paños raídos, los pantalones con rodilleras, las camisas de tres días y los tacones de medio lado. ¿En qué consistía, pues, la indiferencia con que se le miraba allí y fuera de allí?

Arreglado el salón al gusto de los más flamantes modelos, redactóse una constitución fundamental; elevóse, según ella, á doce el número de bailes en cada verano, y el de los de compromiso para cada socio, y la cuota de éstos á dos duros por cada uno de aquéllos, y se prohibió la entrada en el salón, en noches de fiesta, á toda persona del pueblo que se hubiese negado á ser suscriptor.

Todo lo que ahora priva lo encuentra usted allí. En esos librotes que ve usted allí, tan desdeñados por los eruditos a la violeta, es donde beben los sabios de hoy cuanto hay de bueno en sus flamantes teorías, que es poco. ¡Y luego nos presentan sus novedades, muy orondos y pagados de ! Aquí viene muy a pelo lo que dijo un músico célebre de un innovador.

Estaban allí los árboles menos simétricos, limpios y derechos que en Vichy; más desigual el suelo de la ruta; más virgen la hierba de los linderos; menos barnizadas, pulidas y flamantes las quintas y hoteles que ambos lados del camino guarnecían.

Los viajeros flamantes se irritan y blasfeman; los veteranos nos limitamos a citarles el caso de aquel barco de vela salido de San Francisco de California con patente limpia y llegado a Lisboa, habiendo doblado el Cabo Hornos y después de nueve meses de navegación, sin hacer una sola escala y que fue puesto gravemente en cuarentena, a causa de haber arribado en mala estación.

Y era que mi último y entonces recientísimo viaje de recreo había tenido por teatro la provincia de Cádiz, y mis ojos estaban hechos á ver pueblos blanquísimos, relucientes, flamantes, nuevos, por decirlo, así, adornados de verdes balcones, de floridos patios expuestos al público, y de enjalbegadas horizontales azoteas al estilo de África: era que aun danzaban en mi imaginación aquellas ciudades muertas de risa, sin monumentos históricos ni humos artísticos, sencillas, graciosas y coquetas como jóvenes vestidas de veraniego percal, que se llaman Sanlúcar, los Puertos, San Fernando y Cádiz.

Sobre la chimenea se alineaban en escala de tamaños, fragmentos pulidos de rieles y piezas de fundición, muestras flamantes del acero fabricado en los altos hornos de la casa. Un pequeño estante contenía libros ingleses, anuarios comerciales, catálogos de navegación, memorias sobre minería y metalurgia.

Era el médico que Rojas había ido á buscar la noche anterior en el pueblo más próximo. Pasados unos minutos llegaron á la pradera Canterac, Torrebianca y Watson. El capitán y el marqués vestían largas levitas, menos flamantes que la de Pirovani, y corbatas negras: lo mismo que si asistiesen á un entierro. Watson llevaba simplemente un traje obscuro.

Es la segunda razón, porque, el diputado natural, aun cuando no esté en el poder, logra que muchos de sus ahijados se sostengan en sus empleos, y hasta suele darlos flamantes, ya porque los fueros de diputado natural le habilitan para todo, ya porque le sobran amigos en los Ministerios, y ya porque los mismos ministros, sus contrarios, le atienden y consideran, esperando la reciprocidad para cuando estén ellos caídos.

Palabra del Dia

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