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Actualizado: 22 de septiembre de 2025
2 Si probáremos a hablarte, te será molesto; pero ¿quién podrá detener las palabras? 3 He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos flacas corroborabas. 4 Al que vacilaba, enderezaban tus palabras, y las rodillas de los que arrodillaban esforzabas. 5 Mas ahora que a ti te ha venido, te es molesto; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.
O si de hoy mas en caridad deshechos Se viesen los cristianos corazones, Y fuesen en el dar no tan estrechos, Para sacar de grillos y prisiones Al cristiano cautivo, especialmente A los niños de flacas intenciones! Esta santa obra en sí tan excelente, Que en ella sola estan todas las obras Que al cuerpo y alma tocan juntamente.
Aquella noche se habían dado cita todas las flacas de Peñascosa. Mas hete aquí que cuando empieza a arder la primera rueda de pólvora, columbra no muy lejos a la fresca D.ª Teodora, al sueño constante de su existencia, más radiante y más lozana que nunca, con sus cabellos blancos y sus mejillas rosadas de cutis terso y brillante. Verla y emprender la marcha hacia ella fue todo uno.
La adoración que sentía por Raimundo, inculcada por su difunta madre, no le impedía conocer las partes flacas de su carácter, débil, impresionable con exceso y pueril. Realmente en este aspecto ella representaba el elemento masculino y él el femenino dentro de la casa. Lloraba él con extremada facilidad; ella difícilmente.
Hace días que las noto más flacas... ¿Sabes por qué no quieres ir más? ¿Quieres que te lo diga? Tenía las ventanas de la nariz contraídas, y su respiración acelerada le cerraba los labios. ¡Vamos! No seas... cálmate, que es lo mejor. ¡Es que te lo voy a decir! ¿Pero no ves que estás delirando, que estás muerto de fiebre? le interrumpí. Por dicha, un violento acceso de tos lo detuvo.
Sus manos, tan flacas que se veía en ellas patente el juego de los huesos del metacarpo, llenaban el tablero de pitillos en un decir Jesús; así es que el día le salía por mucho, y alcanzábale su jornal para vivir y vestirse, y, añadía ella, para lo que le daba la gana.
Estaba en el suelo, agitada por una crisis nerviosa, y se revolcaba pataleando, mostrando sus flacas y tostadas desnudeces de animal de trabajo, mientras se tiraba de las greñas, arañándose el rostro. ¡Mi hijo!... ¡Mi Antoñico!... Las vecinas del barrio de los pescadores acudieron a ella. Bien sabían lo que era aquello: casi todas habían pasado por trances iguales.
En esto se levantó don Quijote, y, encaminando sus razones a la Dolorida dueña, dijo: -Si vuestras cuitas, angustiada señora, se pueden prometer alguna esperanza de remedio por algún valor o fuerzas de algún andante caballero, aquí están las mías, que, aunque flacas y breves, todas se emplearán en vuestro servicio.
Aresti, en sus visitas de médico, había conocido los barrios altos de la villa, el albergue de las servidoras de la prostitución. Todas eran pequeñas, flacas, de rostro aniñado, con el raquitismo de la miseria. Las había de treinta y cinco años, que se presentaban con la falda corta, la trenza en la espalda, imitando grotescamente el ceceo de la infancia. Era el género más solicitado.
19 Y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he visto otras semejantes en toda la tierra de Egipto en fealdad. 20 Y las vacas flacas y feas tragaban a las siete primeras vacas gruesas; 23 y que otras siete espigas menudas, marchitas, abatidas del solano, subían después de ellas.
Palabra del Dia
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