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Actualizado: 23 de junio de 2025
Está bien; cada cual tiene los suyos y yo no tengo ningún derecho para preguntar los de usted. Se volvió a la sala y no me dirigió la palabra en toda la noche. Cuando se marchó le ofrecí la mano, pero fingió no verlo y se contentó con saludarme fríamente.
Su táctica fue un prodigio de esa liviandad mansa que desconcierta la razón y espolea los sentidos: labor de afiligranada perfidia, al término de la cual, sin que mediara un beso ni se oprimieran una mano, quedaron el decoro de la mujer vendido y la dignidad del hombre escarnecida. Por fin cuando le tuvo medio alocado, medio entontecido, fingió rendirse y consintió en ser su esposa.
Mas a la sazón no podía entender una sola línea del filósofo, y sólo oía los tristes ruidos exteriores, el quejido constante de la presa, el gemir del viento en los árboles. Su acalorada fantasía le fingió entre aquellos rumores quejumbrosos otro más lamentable aún, porque era personal: un grito humano. ¡Qué disparatada idea! No hizo caso y siguió leyendo.
El había llegado, vestido igualmente de oficial de artillería, pero solo, teniendo que confiar su maleta á un hombre de buena voluntad salido de la muchedumbre. Julio hizo un gesto de interrogación. ¿Quién era él? Lo sospechaba, pero fingió ignorancia, como si temiese conocer la verdad. Laurier contestó ella lacónicamente . Mi antiguo marido. El amante mostró una ironía cruel.
Estaba enteramente solitario, o al menos así le pareció a la primera ojeada. A los pocos minutos, acostumbrados ya sus ojos a la oscuridad, percibió dos o tres bultos diseminados por él y postrados en oración. Arrodillose él también en el fondo oscuro, cerca de la puertecita de la escalera que conducía a la tribuna de los Quiñones, y fingió orar unos momentos. Aquello le repugnaba profundamente.
Pero aquí no hace frío, ¿eh?... Yo no lo tengo, ¡je, je!... Al contrario, siento un calor... Será porque los ojos de usted son dos calofer... caroli... Otra vez todavía acometió la palabra caloríferos sin lograr dar cima a la empresa. Para disimular su impotencia fingió un golpe de tos. Su rostro violáceo adquirió cierta semejanza interesante con el de un ahorcado.
Había comprendido el chiste de la avena que se había de comer el otro y fingió creerse vencido. Señores dijo corriente, no se hable más de esto; yo pago la callada. Casi siempre pasaba él allí por el más ignorante, y el ver a Ronzal objeto de burla general, le puso muy contento.
A él lo había aceptado como yerno porque era de su gusto, modesto, honrado y... serio. ¡Pero ese pedigrée cantor, con todas sus soberbias!... ¡Un hombre que él había sacado... no quería decir de dónde! Y el francés, tan enterado como él de sus primeras relaciones con Karl, fingió no entenderle. Como el alemán había huído, el estanciero acabó por dejarse empujar hasta su casa.
Isidora se quedó yerta; pero como el mostrar enfado por aquel ultraje habría sido ocasión de que entrara más en malicia el chico, harto malicioso ya, fingió tomar a broma el caso, aunque le destrozaba el alma, y se echó a reír. Pero su fingimiento de buen humor fue de todo punto imposible cuando Mariano, con aquel descaro que determinaba el tránsito brusco del candor al cinismo, le dijo: «Ya, ya.
Yo tengo compañeros en la Universidad que suponen que Eulame era una mujer, pues no pueden explicarse de otro modo tanta inteligencia y tanto heroísmo reunidos en una sola persona. Han escrito varios libros para probar que Eulame fingió ser hombre porque en aquellos tiempos sólo dominaban los hombres, y casi lo demuestran plenamente.
Palabra del Dia
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