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Actualizado: 6 de junio de 2025
Lope de Vega le ensalzó dos veces, en sendas epístolas de La Filomena, con otras diversas Rimas, Prosas y Versos : «Aquí de Valdivielso el santo empleo, De Luis Vélez, florido y elocuente, La lira que ya fué del dulce Orfeo.» «...Y el famoso Luis Vélez, que tenía En éxtasis las Musas, que a sus labios Iban por dulce néctar y ambrosía.»
Con el placer con que acojes en serena noche las quejas de FILOMENA, así serán gratas para tí mis razones, padre mío. Las nueve Hermanas y yo leímos en los jardines del Parnaso ese libro de que habla la sabia MINERVA. Su estilo festivo y su acento agradable suenan á mis oidos cual la sonora fuente que brota en la entrada de mi gruta umbría.
Hubo gaudeamus, ¿verdad? preguntó por lo bajo. D. Joaquín negó descaradamente. Unos tras otros fueron llegando Consejero, Cándida, D.ª Filomena, el P. Melchor, Marcelina y, en suma, casi todos los tertulianos habituales. Formáronse pronto los grupos de siempre, se disgregaron los elementos de aquella sociedad, operándose en ella el fenómeno químico de las afinidades electivas.
Puso en forma dramática las fábulas de Medea, y de Progne y Filomena, á la verdad revistiéndolas del estilo cómico dominante en su tiempo, pero extremando tanto la pintura de afectos, que, no obstante la vestidura romántica que las envuelve, recuerda en algunas escenas la grandeza trágica de la antigüedad. Menos afortunado fué nuestro poeta en las comedias religiosas.
Un devoto que recurre a Santa Filomena, le pide su protección contra el demonio (Novena, pág. 22) y dice: "Satanás como león hambriento, dá vueltas a la redonda; sus ministros se animan unos a otros para derribarme, yo con mi flaqueza soy también enemigo de mi misma alma *
Aspiró a sustituir a ésta en la gracia del elocuente y donoso sacerdote, y casi lo tenía conseguido. Desgraciadamente, se interpuso en su camino D.ª Filomena, la viuda que ya conocemos, quien con más modestia y reserva admiraba a su director espiritual y le prodigaba en silencio y en la sombra mil atenciones delicadas, que concluyeron por hacer mella en su corazón.
D.ª Filomena es prima hermana del gobernador de Madrid, y por ahí viene la cosa... ¿Y qué diremos del señor obispo que, sabiendo los servicios que usted ha prestado a la religión en este pueblo, se presta a servir de juguete a una vieja verde? ¡Qué indignidad! ¿No le dije bien a tiempo que no se durmiera en las pajas?... ¡Ah, qué infamia tan grande! ¡Qué infamia! ¡Qué reteinfamia!
La compañera que Sor Natividad le dio en aquella faena era una filomena en cuyo rostro se había fijado no pocas veces la neófita, creyendo reconocerlo. Indudablemente había visto aquella cara en alguna parte, pero no recordaba dónde ni cuándo. Ambas se habían mirado mucho, como deseando tener una explicación; pero no se habían dirigido nunca la palabra.
Libro de la vida del V. Bernardino de Obregón, por D. Francisco de Herrera y Maldonado, pág. 265 b. Nicolás Antonio. Montalván, Fama póstuma en Las obras sueltas, tomo XX. Ibid., y en Filomena, pág. 2. Arte nuevo de hacer comedias. Vida del V. Bernardino de Obregón, por Herrera, pág. 265.
D.ª Marciala, la esposa del boticario de la plaza, había ido a Sarrió a llevarle calcetas estando el presbítero pasando una temporada con su familia. D.ª Filomena, viuda de un teniente de navío, hacía a su hijo único ir a ayudarle a misa todos los días. Sin embargo, habíase notado cierta preferencia en él por Obdulia, la hija de Osuna, administrador de Montesinos.
Palabra del Dia
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