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Petrov, considerablemente calmado después del ataque de la víspera, miraba fijamente, ora a los pájaros, ora al médico. Guardaba un silencio tenaz. Pomerantzev también había enmudecido, y con gesto severo miraba a lo alto. Se está bien ahora en casa dijo con una voz que parecía, no se sabe por qué, de asombro . No estaría mal tomar ahora te. ¡Vuelan aquí! dijo Petrov.

El Príncipe Alejo, erguido, inmóvil, alta la frente, miraba también fijamente a su inesperado acusador. ¿Cómo puede usted asegurarlo? preguntó aún el juez. Lo . ¿Cuáles son las pruebas que tiene usted? Ninguna prueba material. Todas las certidumbres morales. ¿Quién cree usted que la ha muerto?

Comió, si no con gran placer, al menos sin hacer ningún asco, mientras el mayordomo la contemplaba fijamente con expresión triunfal. El Canelo participó también del festín, y bien lo tenía ganado, pues por milagro no se le desprendió el rabo á fuerza de menearlo. Vamos, vamos, que ya es hora de ir llegando á la fiesta. Y otra vez emprendieron la marcha, alargando el paso.

Llegó la noche: Marta seguía respirando. Con la boca muy abierta, los ojos empañados cubiertos de una capa de mucosidades, me miraba fijamente. Su cuerpo parecía achicarse cada vez más, yacía todo encogida: casi parecía que no se atrevía a ocupar en la muerte el lugar, muy modesto sin embargo, que ocupaba en vida.

Sin embargo, cuando reflexioné un momento después que el sobre había sido especialmente dirigido a ella, comprendí que su contenido había sido destinado expresamente para que sólo sus ojos lo vieran. ¿Ha descubierto algo que la ha trastornado? le pregunté, mirando fijamente su cara pálida y arrugada. Espero que no sea nada muy desconcertador.

Miren qué casualidad dijo el bufón , que , hija mía, hayas querido venir al alcázar, que el reverendo fray Luis de Aliaga haya querido venir á mi aposento, y que este santo varón encuentre en ti una absoluta semejanza con otra persona. La Dorotea miraba fijamente al padre Aliaga.

Quisiera pedirle un favor..., ¡decirle dos palabras! dijo. Simoun hizo un gesto de impaciencia que Plácido en su turbacion no observó. En pocas palabras contó el joven lo que le había pasado manifestando su deseo de irse á Hong Kong. ¿Para qué? preguntó Simoun mirando á Plácido fijamente al través de sus anteojos azules. Plácido no contestó.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

¿Eso es lo que estabas reparando, desaborío? ¿Por qué no lo has soltado antes y me has tenido asustada con esos ojos de alma del otro mundo? No me engañes, Soledad... has tenido un disgusto repitió Uceda mirándola fijamente. Soledad siguió riendo con afectación sin responder. ¡Hace tanto tiempo que estudio en tu semblante!

Ha dejado a ese hombre en posesión completa e incontestable de todo. No había olvidado la arrogancia y la confianza en mismo, de que había hecho gala esa noche que por primera vez fue a vernos. Pero, señor Greenwood, ¿tendrá usted, ahora, la bondad de disculparme por lo que voy a decirle? preguntó la señora Percival, después de una breve pausa y mirándome fijamente a la cara.