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Actualizado: 14 de julio de 2025
Pues su padre de usted, don Pablo dijo Fermín, también fue amigo de don Fernando Salvatierra y más de una vez acudió a él pidiéndole apoyo en aquella época de pronunciamientos y cantones. ¡Mi padre! contestó Dupont con cierta indecisión.
Hubiera dado años de vida porque el sol barriera aquel toldo ceniciento y se asomara a iluminar cara a cara y sin rebozo aquel día de su triunfo.... ¡Dos días de triunfo! ¡El miércoles el entierro del ateo convertido, el viernes el entierro de Cristo, y en ambos él, don Fermín triunfante, lleno de gloria, Vetusta admirada, sometida, los enemigos tragando polvo, dispersos y aniquilados!».
De Pas le tenía a él por un grandísimo majadero, pero le tributaba la cortesía que empleaba siempre en el trato, sin distinguir entre majaderos y hombres de talento. ¡Oh, mi señor don Fermín! cuánto bueno.... Llega usted a tiempo, amigo mío; el primo está inconsolable. ¡Buen día de su santo!
Fermín, hijo mío... has hecho bien. No había otro remedio que la venganza. Tú eres el mejor de la familia. Mejor que yo, que no he sabido guardar a una moza. La entrada en Matanzuela fue trágica: Rafael quedó absorto de sorpresa. Habían matado a su señorito, ¡y era él, Fermín, quien lo había hecho! Montenegro se impacientaba. Quería que lo condujese a Gibraltar, sin ser visto de nadie.
Petra ha estado aquí. Esto es lo que me preocupa.... ¿A qué ha venido Petra aquí... a perder las ligas? Por esto estoy preocupado, y he creído oportuno dar a usted estas explicaciones.... Al fin es de mi casa, está a mi servicio y me importa su honra.... Y estoy seguro, esta liga es de Petra. Don Fermín estaba rojo de vergüenza, lo sentía él.
Habla, Mariquita rugía la voz de Fermín. Di por qué haces eso. ¡Dilo por tu vida! ¡Mira que me vuelves loco! ¡Díselo a tu hermano, a tu Fermín! La voz de la muchacha salió tenue, vergonzosa, lejana, de aquel bulto tendido. No le quiero... porque le quiero mucho. No puedo quererle, porque le amo demasiado para hacerle infeliz.
Si alguno de los presentes, fuera de aquel salón venerable, se atrevía a calumniar a aquel santo, no se sabía, no se quería saber, pero en casa del gran Constantino nadie osaría poner en tela de juicio la santidad del Crisóstomo vetustense. Por poco tiempo consiguieron verse solos Ana y don Fermín. Fue en el gabinete de doña Petronila.
El señor Fermín reía en la viña, repitiendo a los trabajadores las ocurrencias graciosas del de San Dionisio. Eran bromas de acción, en las que siempre había una víctima; genialidades crueles, para regocijar a un pueblo rudo.
En medio del grupo presenta Clarín la figura culminante de su obra: el Magistral don Fermín de Pas, personalidad grande y compleja, tan humana por el lado de sus méritos físicos, como por el de sus flaquezas morales, que no son flojas, bloque arrancado de la realidad.
¿Tendría usted... por ahí... un poquito de agua?... dijo don Fermín, que se ahogaba, y que no podía separar la lengua del cielo de la boca. Don Víctor buscó agua y la encontró en un vaso, sobre la mesilla de noche. El agua estaba llena de polvo, sabía mal. Don Fermín no hubiera extrañado que supiera a vinagre. Estaba en el calvario.
Palabra del Dia
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