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Si la raza felina no te ha hecho apurar la copa del desengaño, te proporcionaré cuando quieras un variado concierto: aún mayo con bastante afinaciónJulia le contestaba: «Si piensas que se me ha quitado la manía de despeinarte, te equivocas.

Y poniéndose en cuatro patas, comenzó a dar vueltas por la estancia, lanzando tales y tan verdaderos maullidos, que Julita quedó suspensa y estática, creyendo tener delante de y en realidad un individuo de la raza felina. Como no era cosa de dejar pasar tan oportuna ocasión de dar a conocer sus benévolos sentimientos hacia esta familia, dijo con profunda convicción: Mamo, apo.

Había en él dos señoras: una, joven, sentada en primera fila, y otra, de edad ya madura, casi oculta en el fondo... Parecía la primera una verdadera niña, delicada, fantástica, una de esas espirituales gatitas rubias que se crían a orillas del Sena y suelen tener, en efecto, todas las solapadas mañas de la raza felina.

Regresaba a su pueblo; quería aprovechar la tarde, pues hombres como él sólo corren los caminos de noche cuando hay necesidad. Le acompañaba el carnicero de su pueblo, un mocetón admirador de su fuerza y su destreza, un satélite que le seguía a todas partes. El diputado los despidió con afabilidad felina.

Alzó en sus manos la mujerona todo aquel catafalco religioso-taurino, y en menos tiempo del que se necesita para pensarlo, cayó todo con estrépito formidable sobre la cabeza de Tablas. La increpación o voz felina que este lanzó al recibir el golpe no es para descrita. Los vidrios rotos sobre su cráneo rasgaron su frente.

Era el tipo de la señora moderna, frívola sin ser insustancial, y coqueta sin parecer liviana, como era devota sin ser profunda y verdaderamente religiosa. Fuera cansancio físico o dejadez moral, había en su figura cierto melancólico abandono, interrumpido a veces bruscamente por movimientos de una gracia encantadora que tenía algo de felina.

Puso sus manos en los hombros de él, y al hacer esto, pareció estirarse con felina ondulación, aproximando su rostro. Sospecho murmuró que vamos á ir tal vez más allá de los límites de una simpatía amistosa. ¡Me interesa usted tanto!... Excitados por la soledad, sentían ambos en su interior la audacia de un deseo vehemente.

No obstante tanta bravura, Maltrana notaba en él cierto encogimiento al llevarse la mano a la gorra para saludar cierta timidez felina en los ojos cuando algún superior le dirigía la palabra. Este tío saluda de mal modo pensaba Isidro . Es el mismo encogimiento medroso y vengativo con que los presidiarios saludan a sus jefes.

y lánguidas miradas femeninas, y la mujer se mueve entre sus sedas con felina arrogancia de pantera. Estoy en pleno monte. Recluído en un camaranchón llamado escuela, siento sobre mi alma la secuela de la dolencia del que está aburrido. En pleno monte. Flota en el ambiente la gris opacidad de una neblina, que a los rayos del sol se difumina y se rasga en girones lentamente.

Y al movimiento, en celo, de su flanco se entreabren los pliegues de su falda en una irradiación de pedrería. Rozando las ajorcas y los velos con caricias de mano femenina, una pantera arrastra por los suelos el moteado de su piel felina. Sus patas, sigilosas, se deslizan entre las piernas de la bailarina, y en inquietud sus ojos rivalizan con las miradas de la danzarina.