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Actualizado: 22 de junio de 2025
Doña Elvira no podía quejarse de los últimos momentos de su hermano. Había muerto como quien era: como un caballero cristiano, como una persona decente. La enfermedad mortal le había sorprendido en una de sus juergas rodeado de mujeres y mozos de valor. La sangre del primer vómito se la habían limpiado las amigas con sus pañolones bordados de chinos y rosas fantásticas.
Miguel estaba sorprendido y enamorado de aquel retiro silencioso y melancólico que entre las sombras crepusculares tomaba apariencias aún más tristes y fantásticas. La imaginación comenzó a hablarle un lenguaje suave y misterioso.
Sin embargo, las novelas fantásticas caballerescas que excitaron mayor interes, fueron las que contaban las aventuras de un linaje de caballeros de la numerosa familia de Amadís.
Y contrariando la actitud de su hermana, llamó gritando tan alto como pudo con sus débiles fuerzas: ¡Muñoz! ¡Señor Muñoz! ¡Estás loca! exclamó Zoraida azorada. ¡No podemos dejar que entre aquí! Pero ella siguió llamándole. ¡Entre, Muñoz! Apareció, su cara se iluminó también con la indecisa claridad azul. Traía el cabello revuelto y miraba con extravío a las muchachas fantásticas.
-Así es -respondió don Quijote-, y no hay que hacer caso destas cosas de encantamentos, ni hay para qué tomar cólera ni enojo con ellas; que, como son invisibles y fantásticas, no hallaremos de quién vengarnos, aunque más lo procuremos.
Su imaginación voluble está comprobada en sus tradiciones, que atestiguan eran muy dados á las fantásticas leyendas, las cuales relataban en coro formando dos círculos, uno de hombres y otro de mujeres, que giraban en inverso sentido.
El cielo, el horizonte, las fantásticas formas de la sierra azul, revueltas con las masas de nubes, le sugerían vagas ideas de un mundo desconocido, quizás mejor que este en que estamos; pero seguramente distinto. El paisaje es ancho y hermoso, limitado al Sur por la fila de cementerios, cuyos mausoleos blanquean entre el verde oscuro de los cipreses.
Ni la religión, ni las nuevas costumbres, ni los escasos rayos de civilización que se abren paso hasta aquellas lejanas tierras, han podido destruir antiguos gérmenes de pasadas generaciones. La superstición y la fábula son innatas en el chamorro, así que la muerte del Padre San Vítores, como su martirio y su vida, la envuelve en sinnúmero de fantásticas relaciones.
En el ambiente agrio y polvoriento de la casucha, veían desarrollarse con los ojos de la imaginación ciudades fantásticas, y preguntaban candidamente sobre los alimentos y costumbres de las gentes de por allá, como si los creyesen seres de distinta especie.
Todos afectaban formas un poco fantásticas del mundo animal ó vegetal, llevando en su parte delantera faros enormes que fingían ser ojos y cruzaban el iluminado espacio con chorros de un resplandor todavía más intenso. La Ciudad-Paraíso de las Mujeres le pareció muy grande y digna de ser visitada. No tardará usted en verla toda dijo el profesor . Ya tengo el permiso del gobierno.
Palabra del Dia
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