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Actualizado: 3 de junio de 2025


Nunca la había visto así. ¿Qué era de aquella frialdad habitual, de aquella tranquilidad que parecía recelo y desconfianza disimulados? Tenía la doncella algo más de veinticinco años; era rubia de color de azafrán, muy blanca, de facciones correctas; su hermosura podía excitar deseos, pero difícilmente producir simpatías.

Era el secretario de Su Excelencia, el profesor socialista que le había encerrado en la cueva. Viendo al dueño del castillo, sonrió como si encontrase á un compañero. Era el único rostro conocido entre todas aquellas gentes que hablaban su idioma. Estaba pálido, con las facciones enjutas y un velo impalpable sobre los ojos.

En esos momentos una sonrisa se dibuja en sus labios, y una silenciosa lágrima rueda por sus facciones, valientes, cual los fieros elementos que las rodean, rudas, como el aquilón que sobre ellas se estrella, y vivas, cual los tropicales rayos que las alumbran. La lágrima del hijo del mar compendia toda una existencia de recuerdos.

Y me puse a hacer el elogio de las extremeñas y a quejarme amargamente de lo desgarradas y burlonas que eran las sevillanas, todo por adularla. En esto de hablar a las mujeres con soltura había adelantado mucho desde que llegara a Sevilla. La verdad es que aquella chica merecía cualquier requiebro hiperbólico. Nunca vi un rostro de facciones más delicadas ni de ojos más claros y suaves.

Estaba ya fuera de ; la ira, contrayendo sus facciones angulosas, dio a su rostro dureza extraordinaria, y los ojos se le inyectaron en sangre. Nunca le habían visto tan furioso. ¿Vais a reñir por política? gritó doña Manuela. Pateta estaba arrepentido.

Sólo existe en tu imaginación. Los chicos de esa edad se parecen siempre a quien quiere el que los mira. Obsérvale bien ahora, examínale las facciones con imparcialidad, pero con imparcialidad y conciencia, ¿sabes?... y si después de esto sigues encontrando parecido, es que hay brujería en ello».

Juanita Vélez, doncella cuarentona, larga y enjuta, por el estilo de su padre, lacia de pelo, de buenos ojos y muy regulares facciones, vestida de finas telas, pero muy antiguas; presuntuosamente simple el corte de su atalaje, pero también algo anticuado; y, por último, Manrique, el menor de los Vélez, hermano de Juanita, un giraldón desvaído y soso, con la boca muy grande y los dientes amarillos, mucho pie, largas piernas y bastante nuez.

Pero lo que no pude observar sin compadecerme fue el rostro de Enrique, que, pálido y sin poder apenas sostenerse, se apoyaba en la chimenea. La desesperación reflejábase en todas sus facciones, dejándome adivinar lo que pasaba en el alma de aquel desventurado joven. ¡Haberse herido por ella, por pasar un mes cerca de ella, y perder tanta ventura por un capricho!

Jacinta se echó a llorar. «Y por lo que hace a esa fantasmona... agregó la señora examinando más las facciones del chico , bien se le conoce en este espejo que es guapa... Es una perfección este niño». Y vuelta a abrazarle y a darle besos. «Pues nada, hija añadió después con resolución , a casa con él». Jacinta no deseaba otra cosa.

Miranda, que privado de toda sociedad ya frecuentaba la de su mujer, notó el sello de melancolía impreso en sus facciones, y renacieron en él pensamientos nunca del todo extintos desde el malhadado percance del ferrocarril, jamás había de arrancársele por completo aquella espina, que dolorosamente le punzaba en lo más sensible del amor propio, el cual era a su vez lo más vivo de sus afectos.

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