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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Otros papiros dan muestra de la decadencia literaria, de la corrupción que se fué introduciendo en el idioma, del mayor número de extravagancias, supersticiones y tristezas que conturbaron los espíritus, de la poderosa reorganización del imperio por Diocleciano y Constantino, del triunfo de la religión cristiana, y de la vergüenza de la universal bancarrota del Estado y del rebajamiento en la ley de la moneda.

«En medio escribe Arana de Varflora de las extravagancias que habían corrompido su arte en aquel tiempo, tuvo Cornejo un modo agradable y una manera airosa que le dieron mucho crédito á sus obras

No se ría, Pedro, de esta colección de extravagancias. Ni diga que estos asuntos son para personas mayores; las enfermas son como unas viejitas, y tienen derecho a esos atrevimientos. Pero, ¿cómo le dijo Pedro subyugado , no han de tener sus cuadros todo el encanto y el color de ópalo de su alma? ¡Oh! ¡oh! a lisonja llaman: vea que ya no es de buen gusto ser lisonjero.

Llamábase Misuf, nombre que, segun despues me han dicho, significa en egipcíaco la bella antojadiza, y lo era efectivamente; pero no iban en zaga sus artes á sus antojos, tanto que habiendo gustado á Moabdar, le cautivó de manera que la declaró su legítima esposa. Manifestóse entónces su índole sin rebozo, entregándose sin freno á todas las extravagancias de su imaginacion.

Hace tiempo que no vengo a tu tertulia, ¿qué quieres? Acaso han sido chocheces, extravagancias de viejo; pero yo había tomado la maña de ir a otra tertulia más modesta y menos elegante que la tuya, y que, sin embargo, lo confieso, tenía para singular atractivo. ¡Válgame Dios, señor padre! Lo había oído decir, pero no lo había querido creer hasta que lo oigo de su boca.

Recado de la señora del hotel. Paseo á pié. Extravagancias de una cosa que en Paris se llama gusto civilizado. Sueldo francés. Calcetines. Sortija. Chaleco. Pipa. Sombrero de paja. Programa. Rótulos. Cocina francesa. Fin del dia. Me desperté á las siete de la mañana, sentí un grande amargor de boca, y no pude menos de atribuirlo al restaurant Champeaux.

Y no porque yo fingiese esa ternura y ese afecto, que al contrario brotaban a borbotones, con toda sinceridad y con vehemente efusión, del fondo de mi pecho, sino porque, al consagrártelos, faltaba a la fe jurada, rompía el sello de la fidelidad que había puesto Echeloría sobre mi alma, y me rebajaba hasta la vileza. De aquí mi lucha interior; de aquí mis contradicciones y extravagancias.

En el resto de aquel aciago día, dicho se está que la pobre señora de Rubín se entregó a las mayores extravagancias, pues tal nombre merecen sin duda actos como no querer comer, estar llorando a moco y baba tres horas seguidas, encender la luz cuando aún era día claro, apagarla después que fue noche por gusto de la oscuridad, y decir mil disparates en alta voz, lo mismo que si delirara.

Por Dios, Sr. de Santorcaz decía la vieja , no grite usted ni hable tales cosas donde le puedan oír. Mi marido y yo, que ya le conocemos de antes, no nos espantamos de sus extravagancias; pero, ¡ay!, la vecindad de esta casa es muy entremetida, muy enredadora, y no se ocupa más que de chismes y trampantojos.

La ilusión de Doña Paca era casarla con uno de los hijos de su primo Matías, propietario rondeño, chicos guapines y bien criados, que seguían carrera en Sevilla, y alguna vez venían a Madrid por San Isidro. Uno de ellos, Currito Zapata, gustaba de Obdulia: casi se entablaron relaciones amorosas que por el carácter de la niña y sus extravagancias melindrosas no llegaron a formalizarse.

Palabra del Dia

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