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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Dijeron que, unas dos millas más abajo, habían recogido un hombre y una criatura medio exánimes. Quizá algunos los conocería si pertenecían al campamento. Una sola mirada les bastó para reconocer a León, tendido y magullado cruelmente, pero teniendo todavía en los brazos a La Suerte de Campo Rodrigo. Al inclinarse sobre la pareja extrañamente junta, vieron que la criatura estaba fría y sin pulso.
Mas, en el instante de hacerlo, un travieso soplo de aire que le acechaba, giró en torbellino por la chimenea abajo, reanimando el hogar y despidiendo viva claridad, de la que huyó Federico como asustado. Sus compañeros le esperaban ya en el pinar. Dos de ellos luchaban para sujetar en la oscuridad un ser extrañamente disforme, el cual a medida que Federico se acercaba, fue delineando su figura.
El silencio le llenaba los oídos con un gran eco vago. De pronto, pasmada, vio brillar en el aire un crucifijo; encima, una blancura fue tomando forma de dos manos juntas; asomó la palidez de una frente, ¡la cara de la abuela mística! Era su estatura extrañamente alta y traía un largo vestido diáfano. De sus manos juntas colgaba oscilando el crucifijo.
Es natural continuó con rapidez, con una voz que tembló extrañamente, entre orgullosa y humilde, es natural que la ame, señora, pues su padre, cuando le conocí, era un caballero, y es forzoso que el niño me olvide tarde o temprano... así es que no voy a llorar por esto.
Yo no comprendía por qué don Hugo me respetaba; después lo he comprendido; don Hugo respetaba en mí su amor, un amor tan extrañamente concebido por una pobre muchacha deshonrada. Pero contra el amor no hay razones; se ama porque se ama, y nada más. En Barcelona saltamos en tierra, y don Hugo me llevó á casa de una anciana tía suya.
Apenas entendía aquellas frases precipitadas y llenas de emoción. Resonaban extrañamente en sus oídos y le aterraba en ellas un sentido oculto, impenetrable. Al mismo tiempo atendía a la expresión y a la actitud de Adriana. Y Lucía y Charito también la contemplaban suspensas. No quedaba en su cara vestigio de la antigua gracia inquietante.
También favoreció al teatro la especial circunstancia, de que durante casi todo este período, y al menos en la mayor parte de España, como veremos después, no hubo censura previa que se opusiese á las representaciones escénicas, y que hasta la licencia general, que había de preceder á la publicación de cualquier obra, fué con las dramáticas extrañamente benévola.
Desde las primeras palabras, Lacante le mostró con una seña a Elena, sentada enfrente de él, y Kisseler afirmó que sería prudente y que velaría su relato. Lo veló, en efecto, pero con un velo tan extrañamente plegado, que no hacía más que añadir un incentivo más a la brutal aventura.
En el salón estaba Lucía Moreno, sentada al piano, fastidiada porque no podía sacar una pieza de memoria. Muñoz fue a sentarse a su lado. Empezó a divagar extrañamente, bajo la influencia de su obsesión. Haga música triste, Lucía. Por ejemplo, la marcha fúnebre de Chopin, o de Sigfrido. Las amigas que vengan podrían vestirse de Walkirias. ¡Qué terrible sería Adriana transformada en una Walkiria!
El día 21 encontramos un fortín con empalizada y sobre ella tres grandes cruces, y sospechando nosotros que los Mamalucos habrían hecho allí alguna de sus misiones, supimos después que esto había sido traza é invención de los Payaguás para que Dios los librase de una grande multitud de tigres que infestaban extrañamente el país.
Palabra del Dia
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