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Actualizado: 6 de mayo de 2025
»Frecuentemente, sus miradas, ardientes y llenas de pasión, expresaban el extravío y una sombría desesperación que me ponía en cuidado. »Carlos le decía, no me mires de ese modo... »Tranquilícese me contestaba. ¡Mis sufrimientos son de tal naturaleza, que en breve dejaré de existir!... ¡Yo quería acelerar este momento... esto es muy fácil... no temo la muerte... pero temo no volver a verla!
No hemos hablado de nada, puede decirse, pero su sola presencia y su ternura expresaban muchísimo; he llorado mucho; todas aquellas personas, todos aquellos objetos que amaron o fueron amados por mis hijos, despiertan en mi corazón recuerdos de tristeza. ¡Triste de mí!... esta época tan lúgubre de mi vida la lloraré siempre, ¿no habrá para mí consuelo? creo que sí; y hasta tengo la certeza absoluta de volver a ver a los seres queridos que murieron para este mundo. ¡Qué dicha la de poseer una fe como la mía!
La condesa acomodó la roja cabecita en su blanda almohada con lazos rosa y fijó en el ministro sus claros ojos, que expresaban admirablemente la extrañeza. Afianzóse Martínez las gafas de oro, torció la descomunal cabeza, y amenazando a Currita con su gordo y porrón dedo, como hace el dómine que echa al niño una reprimenda cariñosa, le dijo: En Palacio están muy disgustados...
Aquella noche se habló, se cantó y se bailó poco en la tertulia de Elorza. La virtud, severa por naturaleza, no gusta de manifestaciones ruidosas. Muchachos y muchachas expresaban la íntima y pura satisfacción que aquel sacrificio les había inspirado con una inefable serenidad que los tenía mudos y quietos la mayor parte del tiempo, cual si meditasen profundamente sobre algún texto del Evangelio.
Cuando vio a Muñoz se entristeció, le tendió la mano casi con timidez. Sus ojos expresaban dulzura y seriedad. Lucía caminó rápidamente hacia ella. ¡Qué bonita estás! exclamó contemplándola con admiración. En seguida, para dejarla con Muñoz, le hizo un signo de inteligencia, agrandando los ojos y sonriendo; le dio la espalda y fue a tomarle las manos a Charito.
Si Ana, asustada, otra vez buscaba amparo en los ojos del Magistral, huyendo de los otros, no encontraba más que el telón de carne blanca que los cubría, aquellos párpados insignificantes, que ni discreción expresaban siquiera, al caer con la casta oportunidad de ordenanza.
Yo me quitaba de cuentos, y al que no bajara la cabeza, le mandaría prender, y después... Si esos señores no quieren más que gobierno absoluto... En cambio otros, los menos por cierto, se expresaban así: ¡Magnífico ejemplo de dignidad ha dado el obispo a sus compañeros! Humillar el poder real ante cuatro charlatanes... Veremos quién puede más decían unos.
Al cabo de algún tiempo de contemplarlas fijamente, Marta sintiose turbada. Creyó advertir en ellas cada vez más ansia de tragarla y que expresaban su deseo con gritos rabiosos y desesperados. Retrocedió un poco y tomó la mano de Ricardo sin comunicarle el miedo pueril que la embargaba. La sábana de espuma que las olas extendían, en vez de besarla, pensaba que le mordía los pies.
Los ojos espantados, con cierto extravío, de la parturiente, no expresaban ternura de ningún género; de fijo ella no pensaba en el hijo; pensaba en que sufría nada más, y en que se podía morir, y en que era una atrocidad morirse ella y quedar acá los demás. Padecía y estaba furiosa; tomaba el lance, en la suprema hora, como un condenado a muerte, inocente, pero no resignado y apegado a la vida.
Un torrente de palabras, de gruñidos, de sucias interjecciones que expresaban demasiado a lo vivo su disgusto, se escapó de sus labios. Arrojó con furia el cigarro, que en él era signo de gravísima preocupación. Amparo, viéndole tan excitado, se rindió a la evidencia, y preocupada también por el caso le dijo: Quizá no te la hayan robado. Puede ser que la perdieses.... ¿Dónde has estado?
Palabra del Dia
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