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Actualizado: 1 de junio de 2025
El viajero percibió que se trataban de usted, y entonces los examinó con viva atención. El padre Gil se turbó bajo su mirada fija, inquisidora. Por fortuna, a la tercera estación se bajó. Pero todavía, en pie sobre el andén, los seguía saetando con los ojos hasta que el tren se puso en marcha. Ambos guardaron silencio obstinado.
Le habían llamado "coronel", y esto le alegraba, al darle una dignidad con la que jamás había soñado, y por el momento llegó á tomar su papel en serio. Examinó las cajas que contenían la dinamita, y dió algunas instrucciones á los hombres á sus órdenes.
Examinó al enfermo, y nada de particular ni de alarmante halló en él que hiciera temer una noche como la pasada; pero tampoco se atrevió a prometérnosla más tranquila, porque todo cabía en una enfermedad de tan mala casta en un doliente tan aniquilado e indefenso como mi tío.
Dejose caer en una silla, como si al recibir el auxilio de aquellas mujeres sintiese de golpe todo el terror que la crisis le había causado. La Teodora examinó a la enferma, mientras Isidro le explicaba lo ocurrido con voz temblona. Ella conocía estos accidentes: había visto a muchas mujeres sufrir lo mismo en sus embarazos.
Así me gusta, dijo triunfante el tentador. Y sacando de un cajon un revólver, se lo entregó diciendo: A las diez espéreme frente á la iglesia de S. Sebastian para recibir mis últimas instrucciones. ¡Ah! A las nueve debe usted encontrarse lejos, ¡muy lejos de la calle Anloague! Basilio examinó el arma, la cargó y guardó en el bolsillo interior de su americana. Se despidió con un seco: ¡Hasta luego!
Después del sahumerio, Fortunata entró a ver a Mauricia, a quien encontró muy mal, en un estado de decaimiento y postración muy visibles. El médico, que llegó entonces, la examinó detenidamente, observando hinchazón en las piernas y en el vientre. La parálisis agitante crecía de una manera aterradora.
Cuantos veían el escaparate pensaban en el infeliz Belarmino. La opinión fué unánime: no había competencia posible. También Belarmino fué a ver el famoso escaparate. Lo examinó atentamente, con calma. Como su corazón estaba purificado de pasiones torpes, no se le distendió el rostro en gesto ninguno, lastimado o feo; antes sonreía; sonreía con expresión inocente y delicadamente irónica.
El doctor, antes de responder se acercó a su hija, la examinó atentamente y le tomó el pulso. Pareció reflexionar un instante y luego dijo con grave acento: Hija mía, voy a pedirte un sacrificio y es preciso que me prometas no negármelo en modo alguno. ¡Dios mío! ¡me asusta usted, papá! exclamó Magdalena.
¿Y te has puesto árnica, hijita? ¡Bah, no vale la pena! prosiguió mi tía; comed vuestra sopa, señor cura, y no os ocupéis de esa atolondrada; bien merecido le está. El cura no dijo, pues, nada, me hizo una seña amistosa y me examinó furtivamente. Mas yo no prestaba mayor atención a lo que sucedía en torno mío.
Le parecía que Demetria debía de estar allí cautiva como en una cárcel y sometida á crueles tormentos. Examinó con profunda atención el edificio, que estaba situado en la calle llamada de Traslacerca y formaba esquina á una callejuela solitaria, lo rodeó repetidas veces, escrutó sus balcones y ventanas, pero no consiguió divisarla.
Palabra del Dia
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