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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Ha pasado toda la noche en viaje... La víspera, en las carreras de Hoppegarten, se ha ganado el gran premio... una carrera infernal... sin embargo, no se ha desnucado... Después, ha bebido como un pozo... y, con todo, ahí lo tienen ustedes fresco y resuelto como un joven dios... Dice que va a bailar como un trompo... Ha traído chascos, fuegos artificiales... Necesita inmediatamente dos docenas de hombres para enseñarles el manejo de las piezas, etcétera.

Cada diputado tiene un sillón rojo y en el respaldo del sillón que se encuentra adelante hay una mesita saliente para colocar la carpeta en la que lleva sus papeles, apuntes, etcétera. La derecha, entonces, como hoy, era minoría; el centro y la izquierda, la gran mayoría. Frente al cuerpo de taquígrafos encontrábanse los asientos ministeriales y para los subsecretarios de Estado.

Arroba y media de dulce inferior en piezas muy pequeñas también empapeladas, para en tres fuentes echar á la plaza... Dieciseis libras de bizcochos de espumilla, para en cuatro fuentes repartir los señores con la bebida antes del dulce. Media arroba de vino hipocrás, etcétera».

Bajo un ancho pórtico con columnas de mármol que dan vuelta formando tres lados de un cuadrado, están colocados en repisas los bustos de los electores, de los reyes, de los generales, de los abogados, etcétera.

Aceptó las proposiciones del canónigo. Ella entraría en casa de don Fermín el día que fuese necesario salir del caserón de los Ozores, pero entre tanto prestaría allí sus servicios bien pagada, mejor pagada de lo que podía pensar. El canónigo sabría todo lo que pasaba; si doña Ana recibía visitas, quién entraba cuando no estaba don Víctor o se quedaba después de salir el amo, etc., etcétera.

Para contestar a su exigente «señoratenía que practicar todos los oficios: encolador de muñecas rotas, remendón de juguetes destrozados en momentos de cólera; unas veces hacía de cochero, otras de caballo, de payaso, de oso, de mago, etcétera. La diversidad de sus profesiones encantaba a la chicuela. El apego que los niños demostraban hacia su amigo, hizo más necesarias sus visitas a la casa.

Por eso un teniente de caballería andaluz, al hacerle un favor y un disfavor en el juego de prendas, le había dicho recientemente: « Ez uzté mu bonita, pero ez uzté mu redondita». Y esto había servido para que los amigos de la casa la llamasen festivamente la redondita y la mareasen a la continua con el «ez uzté mu bonita, etcétera». La expresión del rostro continuaba siendo tan plácida, tan grave y dulce como antes.

Reynoso les mostró de nuevo con orgullo no sólo su maravillosa colección de palomas blancas, sino otra porción de aves y bichos que tenía enjaulados, un águila, una ardilla, un jabalí, etcétera. Admiraron la paciencia y la maestría con que había sabido domesticar a algunos de ellos.

Con exquisito tacto los repasaba, los desdoblaba, los volvía a doblar cuidadosamente, diciendo: «Este es el de quinientos, éstos dos de cuatro mil... etcétera». Conocíalos por el orden en que estaban colocados... Luego ponía todo en su sitio con respetuosa pausa, guardaba el arca, y echando la llave, depositaba esta en el bolsillo izquierdo de su chaleco.

ESCIPIÓN. Mientras toda la naturaleza, etcétera, etc., vuestros maridos, señoras, ¿dónde están? No los veo por ninguna parte. Brillan por su ausencia. Os han abandonado. Diré más, a riesgo de provocar vuestras iras: os han hecho traición vilmente. CLEOPATRA. Todo eso está muy bien, señor.

Palabra del Dia

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