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¡Oh! ¡Qué bueno eres! Y, en un momento, las lágrimas de Luisa se secaron. Marcharemos a batir los bosques, a luchar. ¡Ah! exclamó Hullin moviendo de arriba abajo la cabeza ; ahora lo veo claro; no puedes negar que eres la pequeña heimatshlos. ¡Vaya usted a domesticar una golondrina!

La pasión de domesticar se despertaba en ella delante de aquel magnífico animal que estaba pidiendo una mano hábil que lo desbravase. Y véase aquí cómo a impulsos de distintas pasiones, tía y sobrino vinieron a coincidir en sus deseos; véase cómo la tirana de la casa concluyó por mirar con ojos benévolos a la misma persona de quien había dicho tantas perrerías.

A domesticar, pues, estas fieras y reducirlas al rebaño de Cristo se partieron ciento y sesenta indios cristianos del pueblo de San Joseph, y entrando en su Ranchería, procuraron introducir tratados de paz; mas los Carerás, sin querer dar oídos á estas pláticas, se pusieron luego en arma, y del primer golpe mataron un indio cristiano é hirieron á otros dos.

Los buenos cristianos empezaron á ejercitar tan puntualmente la lección que se les dió, que por no traspasarla aún levemente, se dejaban hacer pedazos de los bárbaros, por lo cual fué necesario explicarles lo que podían hacer si fuesen acometidos para que no sucediese en adelante lo que sucedió á unos indios de la Reducción de San Joseph, que yendo en busca de las Salinas dieron en una Ranchería de infieles; entraron en ella sin armas, desplegado sólo el estandarte con la imagen de Nuestra Señora, y con palabras suaves y corteses procuraron domesticar la fiereza de los moradores; pero éstos, mirándolos con malos ojos, dieron sobre ellos como tigres é hicieron en ellos tan cruel estrago, que sólo un indio con dos muchachos pudo escapar con vida.

Todos los medios conocidos empleó la domadora para domesticar a Cónsul: el hambre, los golpes, el fuego, la electricidad, los gritos, las caricias... Pero sólo consiguió que el antiguo gigante de los bosques, la conociese, respetase y siguiera. Con los extraños, Cónsul se mantenía siempre en su antigua ferocidad, y tanto, que no se le podía sacar de su jaula...

No tiene el pelo cerdoso, como el de los puercos, sino corto y lanudo, de un gris rojizo, y tiene la boca armada de dos largos colmillos que se encorvan hacia arriba, en dirección de los ojos del animal. Viven los babirussas en las selvas de las islas de Malasia, en Ceilán y en Nueva Guinea, y se dejan domesticar si son de poca edad.

A reducir á estos bárbaros á vida política y cristiana, encaminaron sus designios, desde los principios del siglo pasado, los apostólicos Padres Manuel de Ortega, Martín del Campo, Diego Martínez, y sucesivamente otros; pero por más industrias de que se valió su ardiente celo, jamás pudieron ablandar la dureza de corazones tan obstinados, ni domesticar la ferocidad de ánimos tan salvajes, causa porque los abandonaron, como tierra en que se ha derramado inútilmente el grano Evangélico, para emplear sus fatigas en país que correspondiese á su cultura, con fruto más digno de sus trabajos; hasta que el año de 1686, habiendo ido dos Misioneros de esta provincia á ejercitar los ministerios de nuestra Apostólica Vocación á Tierra de Tarija, hicieron eco en aquellos desiertos las maravillas que obraba la divina palabra en las costumbres bien rotas y perdidas de aquella tierra.

Por oír esas dos palabras, que ponían un tinte de rubor en las mejillas de Liette, hubiera el conde despojado todas las tiendas y hecho la fortuna de todos los ganaderos. De este modo se llevaron triunfalmente de Breal un precioso corderillo, «que acaba de dejar a la oveja, caballero, y que su señora de usted podrá domesticar como un perro faldero

La catala, especie de guacamayo, de plumaje blanco y muy rara vez con pintas amarillas: las hay de dos clases, pequeñas como una paloma y de tamaño igual á una gallina; éstas suelen tener el penacho amarillo y encarnado; son muy fáciles de domesticar.

Sucedió que una norteamericana millonaria y extravagante le ofreció comprarle sus vampiros... Pidió ella un precio disparatado, justo el que le pidieran por un joven y gigantesco mono chimpancé que deseaba domesticar... Y la norteamericana, encaprichada con los vampiros, después de regatear en vano, acabó por pagarle a Catalina el precio que fijara.