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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Las amigas dirigían todas, alternativamente o a la vez, la palabra a María con cierta mezcla de admiración, de lástima, de curiosidad y cariño. Lo que más dominaba era la curiosidad. Se le hacían mil preguntas impertinentes y muchos encargos ridículos de oraciones, medallas, etcétera.
Podía al día siguiente echarle en cara su abandono, el olvido en que la tenía, etcétera, etc.; pero él estaba seguro de que se quejaba sin razón, porque se decía: «Si estaba despierta, demasiado sabe que no falté de mi puesto; si dormía, ¿para qué necesitó de mí?». Pasaron los cuatro minutos de espera y Bonis quiso, por lo excepcional de las circunstancias, prolongar la experiencia.
También Jorge Sand dejó preciosos ejemplares de este género, aunque un tanto idealistas, en La Mare au Diable, La Petite Fadette, etc., etcétera. No le pese al insigne novelista montañés ser más feliz en lo segundo que en lo primero.
Las campañas agrícolas se subdividen y se diseminan también en la sociedad, pero en una escala muy reducida: un labrador colinda con otro, y los aperos de la labranza y la multitud de instrumentos, aparejos, bestias que ocupa, etcétera, lo variado de sus productos y las diversas artes que la agricultura llama en su auxilio, establecen relaciones necesarias entre los habitantes de un valle y hacen indispensable un rudimento de villa que les sirva de centro.
¡Toma! ¡Vete a asustar a tu abuela!... ¡Infame, traidor, mal marido, mal hombre! etcétera, etc.
No, Ricardo, yo no puedo considerarla con tu criterio, esto es todo; creo que es una mujer, y nada más; y así, la juzgo como a todas... igualita a todas: las novias, o las solteras en un grupo: buenas, amables, sencillas, modestas, etcétera... preparándose a formar el otro grupo, ¡el antitético!
Unas veces se presenta con un escepticismo risueño y paradójico que parece decir a los lectores: «Yo no creo en nada, ni en Dios, ni en los hombres, ni en la madre que me parió, pero me gusta aprovecharme de las cosas buenas que en el mundo nos encontramos, como el amor, los buenos vinos, los paisajes bonitos, etcétera, etc., y vamos viviendo.» Su maestro es Campoamor, a quien imita no tan sólo en el pensamiento sino en la frase, expresando las ideas elevadas y abstrusas en forma llana y corriente, y así como el ilustre poeta, también él desciende a los pormenores vulgares de la existencia y se complace en describir lo pequeño e insignificante.
Hubo en seguida lo de «yo no debía recibirle a usted, porque es usted un ingrato», y lo de «usted me estima en mucho más de lo que yo merezco»; «usted no viene aquí por tal y cual cosa»; «pues sepa usted que no he venido sino por esto y por lo otro»; «que sí», «que no», etcétera, etc.; porque, mutatis mutandis, en estos preludios de visita siempre se dice lo mismo y no se adelanta un paso, por más que muden los tiempos y se ilustren los actores.
Con esto cogía mucha limosna y entrábase en las casas que veía abiertas: si no había testigos ni estorbo, robaba cuando había; si le topaban, tocaba la campanilla y decía con una voz que él fingía muy penitente: «Acordaos, hermanos...», etcétera.
Desde entonces empiezan a llegarnos libros europeos que nos demuestran que Voltaire no tenía mucha razón, que Rousseau era un sofista, que Mably y Raynal eran unos anárquicos, que no hay tres poderes, ni contrato social, etcétera, etc. Desde entonces sabemos algo de razas, de tendencias, de hábitos nacionales, de antecedentes históricos.
Palabra del Dia
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