United States or Liechtenstein ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aquellas riquezas que hacían estremecer de codicia a la trapera no eran mas que basura de insignificante valor.

Refiriéndose solamente a las circunstancias exteriores de la catástrofe, contaban todos que el Príncipe había vuelto a la villa dos días antes, después de una ausencia de algunas semanas; que la señora se había levantado esa mañana más temprano que de costumbre y había permanecido como una hora en el terrado, mientras su compañero trabajaba en el escritorio, con una dama que había llegado como a las nueve; que antes del almuerzo la Condesa había enviado a la ciudad, con unos encargos, a Julia, la doncella italiana que tenía desde hacía largo tiempo; que, cuando ya iba el almuerzo a ser servido, el disparo había hecho estremecer a todos: que del segundo piso, donde estaban las habitaciones de los patrones, se había lanzado el Príncipe al piso bajo como un loco, pidiendo que se llamara a un médico, y que todos habían subido precipitadamente al cuarto de la Condesa, donde la extranjera, después de intentar en vano socorrer a aquélla, había tratado, igualmente en vano, consolar al desesperado Príncipe.

Hijo mío repuso el capitán , usted no me ha comprendido; yo estoy lejos de exigir de usted que estrangule al descreído con sus propias manos. ¡Virgen santa! no, sin duda; ese contacto me hace estremecer de horror; pero la bala de su mosquete o la hoja de su puñal evitará esa mancilla a sus cristianas manos.

Pero aunque había perdido en el destierro una parte de su cabellera de plata, conservaba intacto su entusiasmo, su inquietud movediza, su verbosidad lírica, que volvió á estremecer la ciudad lo mismo que un soplo primaveral.

Después de clavar en él los alfileres, mirando a su sobrino de un modo que le hizo estremecer, le dijo: «Tengo que hablarte detenidamente». Siempre que su tía empleaba el detenidamente, era para echarle un réspice. «¿Tienes hoy jaquecale preguntó después doña Lupe. Maximiliano estaba muy bien de la cabeza; pero para colocarse en buena situación, dijo que sentía principios de jaqueca.

¡Es ese maldito, ese condenado decían , que ha atraído la cólera del Cielo osando profanar a la prometida de Cristo! su presencia es un azote... ¡Anatema, anatema sobre él! Y luego venían unas maldiciones capaces de hacer estremecer a nuestro santo padre.

Un repentino estruendo me sacó de mi arrobamiento, haciéndome estremecer con violentísima sacudida. Había sonado el primer cañonazo. Un navío de la retaguardia disparó el primer tiro contra el Royal Sovereign, que mandaba Collingwood. Mientras trababa combate con este el Santa Ana, el Victory se dirigía contra nosotros.

Tan cerca estaban que no podía evitar el encuentro, y la misma preocupación que me dominaba me lo hubiera impedido. Me encontraba, pues, cara a cara con la tranquila mirada y el pálido rostro de Magdalena. ¿Cómo por aquí? me dijo. Aun me parece oír su voz neta, aérea, con cierto acento del Mediodía que me hizo estremecer.

De la bruma de la noche surgía a lo lejos la ciudad, con la apiñada arboleda del Tempul y las aglomeraciones de blanco caserío, en las que palpitaban los últimos faroles de gas como estrellas agonizantes. Soplaba una brisa helada: la tierra y las plantas parecían sudar al contacto de la luz. Un pájaro salió aleteando de las chumberas, con agudo silbido, que hizo estremecer a la joven.

Entonces el pastor, sacando un cuchillo del bolsillo, se lo mostró a Silas, preguntándole si recordaba dónde había dejado aquel cuchillo. Silas respondió que no recordaba haberlo dejado en otra parte más que en su bolsillo; sin embargo, aquella extraña interrogación lo hizo estremecer. Se le exhortó a que no ocultara su pecado, y que lo confesara y arrepintiera.