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Actualizado: 15 de junio de 2025
Pero el verdadero antagonismo, la lucha terrible entre los blancos, reducidos a un número insignificante, y la gente de color, estalló en 1870, cuando la revolución del 4 de septiembre fijó el sufragio universal como base del nuevo organismo político de la Francia.
Pero ya el pobre no existe; todo ha acabado añadió con un aire algo pensativo. Pero su secreto existe aún observó Reginaldo. El lo ha legado a mi amigo. ¡Qué! estalló el tuerto, dándose vuelta hacia mí con verdadero espanto. ¿Le ha dejado a usted su secreto? Parecía completamente trastornado por las palabras de Reginaldo, y noté el brillo perverso de su mirada. Me lo ha dejado.
De pronto estalló la cólera de Ulises... El oficial holandés, el sabio naturalista, el cantante que se pegó un tiro, y ahora el falsificador de antigüedades... Pero ¿cuántos hombres había en su existencia? ¿Cuántos quedaban aún por llegar?... ¿Por qué no los soltaba todos de una vez?... Freya quedó sorprendida por la violencia del exabrupto. Le daba miedo la cólera del marino.
Bonifacio, al ver unidas por las manos a su mujer y a su querida, volvió a pensar en los milagros del diablo; y en su cerebro estalló lo de tigribus agnis, que tantas veces había leído en los periódicos y en alguna retórica. Indudablemente el tigre era su mujer. La cual estaba radiante. Para aquella clase de emociones y sucesos había nacido ella.
No pudo gritar ni moverse. Al cabo se incorporó: sus labios murmuraron: «¡Jesús, asísteme!» Comprendió que era necesario morir y pidió al cielo que no le hiciese sufrir mucho tiempo. Se despidió con el pensamiento de sus padres, de sus hermanos, de sus amigas, de Nolo... Y un sollozo que se había ido formando poco á poco dentro de su pecho estalló al cabo como una nube cargada de agua.
¡Oh!, no son disparates replicó el farmacéutico, dando algunos pasos delante de ella y procurando que dichos pasos fueran todo lo airosos posible . Perdóneme usted mi atrevimiento. Yo las gasto así; siempre he sido Juan Claridades, y cuando una idea quiere salir de mí, le abro la puerta para que salga, porque si la dejo dentro, estallo... Pues decía... ¿Se va usted a enfadar?
Iba á retirarme: ella cayó de rodillas cerca, de un canapé, y estalló en sollozos, con la frente apoyada sobre mi mano que había cogido. Yo había visto correr, hacía poco tiempo, lágrimas más bellas y más dignas; sin embargo, me hallaba conmovido. Veamos, mi querida señorita le dije, aún no es tarde, ¿es cierto? Ella sacudió con fuerza la cabeza. Pues bien, mi querida niña, tenga valor.
La grave doña Mencía frunció el entrecejo al oír la narración de aquel lance; pero en la cara, en el acento y en las frases de Leonor reconoció su sinceridad y que no era culpada; la levantó del suelo en que estaba de hinojos y le aseguró que la defendería. Toda su cólera estalló con vehemencia contra el atrevido rapaz, que con tan liviano desacato ofendía su casa.
Un hombre de buen sentido y rectas intenciones puede engendrar un imbécil: tras Carlos III reinó Carlos IV, y por si esto no fuese suficiente, al año de morir aquel monarca estalló la Revolución francesa, con sus audacias, que volvieron locos a todos los reyes de Europa. A los Borbones de España se les fue la cabeza, para no recobrarla ya más.
Pasó un año que en su reloj sólo representaba un segundo; luego pasó un siglo de igual duración... y al fin estalló el esperado trueno, temblando el «abrigo», pero con blandura, con sorda elasticidad, como si fuese de caucho. La explosión, á pesar de esto, resultaba horrible. Otras explosiones menores, enroscadas, juguetonas y silbantes surgieron detrás de la primera.
Palabra del Dia
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