United States or Taiwan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Cuando más en punto estaba el idilio, se presentó el traidor de la comedia: un banquero estúpido y feo y más ladrón que Brunelo, con dos avaricias insaciables: la del dinero y la de los blasones. Ambas cosas debían de abundar en casa de Nica Montálvez, sobre todo desde la muerte de su abuelo, un traficante muy listo que dejó al imbécil de su yerno una renta de cincuenta mil duros.

«¡Es verdad, pensó don Víctor cuando se quedó solo, es verdad! ¿Y yo, estúpido, tonto, no había dado en ello? Ese hombre debe volver esta noche.... ¡Y yo, por no matarla a ella con el susto, iba a dejar que otra vez... otra vez!... ¡Y no pensaba en ello!...». Se abrió la puerta y entró la Regenta. Venía pálida, vestía un peinador blanco, y no hacía ruido al andar.

«Había visto ella muchas cosas en su vida de servidumbre.... En aquella casa iba a pasar algo. ¿Qué habría hecho la señora en la huerta? ¿No se le había figurado a ella oír allá, hacia la puerta del Parque, una voz...? Sería aprensión... pero... algo, algo había allí. ¿Qué papel la reservarían? ¿Contarían con ella? ¡Ay de ellos si no!». Y con una delicia morbosa, la rubia lúbrica olfateaba la deshonra de aquel hogar, oyendo a lo lejos los ronquidos de Anselmo; «otro estúpido que jamás había venido a buscarla en el secreto de la noche»...

Santa Cruz tomó un tono muy plañidero para decirle: «¡Y yo tan estúpido que no conocí tu mérito!, ¡yo que te estaba mirando todos los días, como mira el burro la flor sin atreverse a comérsela! ¡Y me comí el cardo!... ¡Oh!, perdón, perdón... Estaba ciego, encanallado; era yo muy cañí... esto quiere decir gitano, vida mía.

Lo empujé cariñosamente. Acuéstate un momento... estás mal. Vezzera se recostó en mi cama y cruzó sus dos manos sobre la frente. Pasó un largo rato en silencio. De pronto me llegó su voz, lenta: ¿Sabes lo que te iba a decir?... Que no querías que María se enamorara de ti... Por eso no ibas. ¡Qué estúpido! me sonreí. , estúpido! ¡Todo, todo lo que quieras! Quedamos mudos otra vez.

¡Gaznápiro! decía para don Bernardino, le tengo sentado en la boca del estómago; ¡no poder hacerle saltar sin escándalo! y ahí siempre, a la entrada, de cancerbero. Ahora no le veo, pero, cuando entré me miró como burlándose... ¡Otro más que lo sabe! ¡ah! ahora le veo... mírame bien, estúpido, ¿no me conoces? , soy yo, el mismo.

El Magistral excusaba palabras, pero no las que aclaraban su proyecto. «¿Qué iba a hacer Petra para poner a la vista del estúpido Quintanar aquella vergüenza? ¿Revelaciones? no podían hacérsele. ¿Anónimos? eran expuestos...». «¡Qué! no señor, nada de eso; ha de verlo él», repetía Petra, olvidada de sus fingimientos, con placer de artista.

El inspector general se maravillaba además de que ese muchacho, tan superior en aspiraciones y en cultura a su propia familia, no manifestaba ese estúpido respeto social que hace que ciertos hijos de burgueses rápidamente enriquecidos se avergüencen de las ridiculeces de sus padres.

¡Vaya, doctor! ¡tomadlos de dónde mejor os plazca, con tal de que reparéis este estúpido accidente! Busquemos en seguida un hombre de buena voluntad, y ¡viva el método italiano! Os prevengo de nuevo, sin embargo, que tendréis que permanecer un mes entero en una situación bien molesta.

Pero no hay que decir que Meñique era bueno. Bueno tenía que ser un hombre de ingenio tan grande; porque el que es estúpido no es bueno, y el que es bueno no es estúpido. Tener talento es tener buen corazón; el que tiene buen corazón, ése es el que tiene talento. Todos los pícaros son tontos. Los buenos son los que ganan a la larga.