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Actualizado: 14 de mayo de 2025
La cola de este pescado es larga y angosta, á la raiz de la cual sobre la espalda tiene una cola punteaguda con dos filos, semejante á una cierra de dientes pequeños, con que hiere á los que se le acercan.
Echó las manos cruzadas a la espalda, y se puso a medir la pobre estancia a grandes pasos, haciendo crujir la madera vieja del piso, de castaño comido por los gusanos. En la alcoba contigua, sin puerta, separada de la sala por una cortina sucia de percal encarnado, se oían los quejidos frecuentes y la respiración fatigosa del enfermo.
El cual, agradecido, enternecido, se puso en pie; procuró ceñir con los brazos la espalda y el pecho del amigo, y exclamó con voz solemne y de sollozo: ¡Lo juro por mi nombre honrado! ¡Antes que esto, prefiero verla en brazos de un amante! Sí, mil veces, sí añadió ¡búsquenle un amante, sedúzcanmela; todo antes que verla en brazos del fanatismo!...
¿Por qué no? respondió Carlos sencillamente fijando en él su clara mirada. Y pasando el primero, salió por la poterna sin volver la cabeza. El otro le siguió como un perro. Si le había oído, era valiente lo que hacía el capitán... ¡Salir tranquilamente así, delante de su fusil!... No tenía más que apretar el gatillo... No había nadie... Nada que temer... Los árabes tenían buena espalda.
La marcha a través de aquellos grandes bosques fué penosa, sobre todo para los tres náufragos, a quienes les habían atado las manos a la espalda para impedirles todo intento de rebeldía o de fuga, durante el descanso nocturno.
Don Marcelo creyó entrever una novela del pasado del conde. Aquel húsar era indudablemente un hijo natural. Su simplicidad no podía concebir otra cosa. Sólo en su ternura era un padre capaz de hablar así... Y casi se sintió contagiado por esta ternura. Aquí dió fin la entrevista. El guerrero le había vuelto la espalda, saliendo del dormitorio, como si desease ocultar sus emociones.
Sí, frente a él, a corta distancia, Beatriz y su primo estaban echados de espaldas sobre la hierba, a la sombra de un olmo. El mancebo había juntado su rostro al de la niña, pasándola el brazo bajo la espalda, mientras ella, deshojando un rojo clavel, un clavel rojo como la sangre, sonreía voluptuosamente.
En la prisión municipal de Abreschwiller; nosotros no podemos tenerlos aquí. ¡Bien, bien!; comprendido, Juan Claudio. Y si quieren escaparse en el camino, los atravieso con el sable por la espalda. ¡Eso, ni que decir tiene! Llegaron ambos a la puerta, y Hullin, al ver a Materne, no pudo reprimir un grito de entusiasmo. ¡Eh! ¿Eres tú, amigo mío?; hace una hora que te busco. ¿Dónde demonio estabas?
Con uno solo que quedase vivo No se me negaria el triunfo en Roma De haver domado esta nacion soberbia Enemiga mortal de nuestro nombre, Constante en su opinion, presta, arrojada Al peligro mayor y duro trance, De quien jamas se alabará Romano Que vió la espalda vuelta al Numantino, Cuyo valor, cuya destreza en armas Me forzó con razon á usar el medio De encerrarlos qual fieras indomables, Y triunfar dellos con industria y maña, Pues era con las fuerzas imposible.
He aquí la verdadera y exacta situación de las divisiones españolas y francesas en la noche del 18 al 19 de julio. Íbamos a luchar con Dupont, sólo con Dupont. Pero ¿y si Vedel, conociendo a tiempo su error, retrocedía velozmente para caer de improviso sobre nuestra espalda durante el combate?
Palabra del Dia
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