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Actualizado: 1 de junio de 2025
Esta tela, gruesa y pesada como la vela mayor de uno de los antiguos navíos de línea, la subieron lentamente, hasta que sus dos puntas quedaron sobre los hombros del gigante, uniéndolas por detrás con varias espadas que hacían oficio de alfileres. De este modo las ropas del Hombre-Montaña quedaban á cubierto de toda mancha durante la laboriosa operación.
...Su hazaña, que se dio por hecha, extendió pronto su nombre de ogro en veinte y treinta leguas a la redonda. El empresario del «círco de lona» de Pehuajó soñó con contratar al «ogro de los cisnes», en reemplazo de «la mujer que come vidrio, espadas y fuego», pues el público ya estaba cansado de esta mujer.
Cuando se cansaban de imitar á los cómicos con ruidoso choque de espadas y caídas de muerte, Ulises y otros amantes de la acción proponían el juego de «ladrones y alguaciles». Los ladrones no podían ir vestidos con ricas telas, su uniforme debía ser modesto. Y revolvían unos montones de trapos de colores apagados que parecían arpilleras.
»¿Qué has hecho de tu gloria, le he dicho lleno de dolor? ¿de qué muro cuelgan las espadas de tus héroes? ¿dónde estan el trono de tus reyes y la silla de tus cadíes? ¿ninguno de tus libros pudo salvarse de la hoguera? ¡Ay! cada siglo va arrancando una hoja de la corona de tu gloria; y permaneces muda é impasible como un cadáver.
Y así, prometí a don Diego y a todos los compañeros, de quitar una noche las espadas a la mesma ronda. Señalóse cuál había de ser, y fuimos juntos, yo delante, y en columbrando la justicia, lleguéme con otro de los criados de casa, muy alborotado, y dije: ¿Justicia? Respondieron: -Sí. ¿Es el corregidor? Dijeron que sí.
Con esto se revolvió toda la ciudad y se puso en punto de armas. Lo que las negociaciones no pudieron desatar, cortaron las armas. Los plebeyos cercaron la cárcel con mucha gente armada de espingardas, ballestas y espadas y cuatro piezas de artillería que sacaron de la casa del duque de Medina Sidonia; rompieron puertas y ventanas y dieron libertad á los presos.»
Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando, por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto; pero no sólo no lo supo, pero, añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto; y, levantándose en pie, se puso unas chinelas, por la humedad del suelo, y, sin ponerse sobrerropa de levantar, ni cosa que se pareciese, salió a la puerta de su aposento, a tiempo cuando vio venir por unos corredores más de veinte personas con hachas encendidas en las manos y con las espadas desenvainadas, gritando todos a grandes voces: ¡Arma, arma, señor gobernador, arma!; que han entrado infinitos enemigos en la ínsula, y somos perdidos si vuestra industria y valor no nos socorre.
Medrano tenía, junto a su lecho, dos espadas: la una, angosta y larga por demás, con calada guarnición; la otra, con pesada empuñadura de reja y ancha hoja de dos filos.
Recorriendo va á galope Las legiones desbandadas Gritando: «Tenéis espadas; «Venid, morid con honor.» Sereno á su lado marcha Crammer, valiente soldado, Hijo de un pueblo esforzado, Y de grande corazon. Los cobardes no se ponen Al alcance de la lanza, Porque siembra la matanza Como el rayo destructor.
Don Pedro acude al ruido desde su gabinete, y manda que prendan á los dos, como á reos de lesa majestad, por haber desenvainado las espadas en su palacio. Doblégase al fin el orgullo de Don Tello: viendo cerca la muerte, confiesa á Doña Leonor que ha sido injusto con ella, y que está pronto á reparar su injusticia.
Palabra del Dia
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