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Actualizado: 16 de septiembre de 2025
La fe en el porvenir, la confianza en la eficacia del esfuerzo humano, son el antecedente necesario de toda acción enérgica y de todo propósito fecundo.
Pero hizo un esfuerzo y diciéndose que era aquella una posada pública en la que él tenía tanto derecho á entrar como cualquier otro, franqueó la puerta y se halló en la sala común.
Se han educado en la blandura de nuestras riquezas improvisadas, repentinas, y son incapaces del menor esfuerzo, de la menor constancia, de la menor fatiga. Y como el ignorar no cuesta nada, poseen una necedad que está contentísima de sí misma.
Sonó entre la niebla un tiro, y el señorito Octavio se desplomó sobre la tierra con la cara mirando al cielo. Oyóse inmediatamente un segundo disparo, y la condesa vino á caer de bruces sobre él, cual si fuese á hacerle una caricia. El conde surgió de la nube al instante. Llegóse á los cadáveres y con un pequeño esfuerzo los hizo rodar por la pendiente de la Peña. La niebla los tapó en seguida.
Digan lo que quieran los aficionados al tiempo viejo, la vida que es tan dura para la mayor parte de los hombres, se irá haciendo cada vez más fácil. Velemos para que una educación fuerte arme al joven con enérgica voluntad y le haga siempre capaz de heroico esfuerzo, único medio de sostener el vigor moral y material de la humanidad.
¡Dios acoja su alma! Y ahora, á defendernos y sobretodo á defender á una dama que necesita de todo nuestro esfuerzo. Aquí llega quien quizás pueda servirnos de guía por estos corredores y aun conducirnos fuera de la fortaleza. En la cual no tardaremos en morir asados si no la dejamos pronto, agregó Duguesclín.
Y el mal humor de la señora se aumentaba cada vez que gritando el Capitan ¡baborp! ¡estriborp! sacaban rápidamente los marineros sus largos tikines, los hincaban ya en una ya en otra orilla, impidiendo, con el esfuerzo de sus piernas y sus hombros, á que el vapor diese en aquella parte con su casco.
La señora fue, en efecto, a decir a doña Gertrudis que su hija estaba libre y que no tardaría en llegar a Nieva. ¡Mi hija está ahí! gritó la enferma con maravilloso instinto de madre y de mujer histérica . ¡Sí, está ahí!..., ¡la siento!..., ¡la estoy viendo!...; ¡ven, ven, hija mía!... Y al mismo tiempo hizo un esfuerzo supremo para incorporarse.
Hizo un gran esfuerzo para arreglar aquel barullo mortificante de ideas desmandadas, y fué colocando cada cosa en su sitio dentro de su cabeza, con toda la serenidad posible, diciéndose a la vez: «De modo que el señorito quiere a la señorita para casarse con ella; que la niña no le quiere a él y está empeñada en hacerse santa y mártir en la casona, sufriendo a los mismísimos diablos... y que además se muere porque está comalida y allí no tiene tresno ni cosa que lo valga....»
Es la hora señalada, acudís con puntualidad, y os hallais en presencia del héroe de la mañana. D. Nicasio está algo descompuesto en su vestido, merced á un calor que le ahoga. Medio tentido en el sofá, os devuelve el saludo con un esfuerzo afectuoso, pero con evidentes señales de fastidiosa lasitud. Vamos á ver, Sr. D. Nicasio, si quedamos convenidos definitivamente.
Palabra del Dia
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