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Actualizado: 26 de junio de 2025
Se levantó, se puso apresuradamente un peinador blanco, y abriendo la puerta, escuchó en efecto quejidos que partían del cuarto de su padre. Corrió hacia él. Juan estaba inclinado sobre el lecho. ¿Qué hay? interrogó ansiosa, en voz baja. Al oír su voz el joven se estremeció y contestó sin volverse: Sufre... no lo encuentro bien... todavía no ha tenido un momento de descanso.
El joven los escuchó pacientemente, puesto que una vez que otra le interrumpía para deshacer algún error o disculpar su proceder. Cuando el tema ya no dio más de sí, se levantaron, cambió la conversación, y paso tras paso llegaron hasta la rectoral. El cura subió a tomar el chocolate y Andrés se volvió al pueblo, por no querer meterse tan temprano en casa.
»Me escuchó con calma, que revelaba su resolución, y cuando hube terminado, me contestó: » Tío, yo le debo a usted obediencia como se la debía a mis padres, ya que al morir éstos me confiaron a usted.
Le escuchó el gaucho andino con rostro impasible, como si no le comprendiese. Nada de palabras inútiles continuó el estanciero . Si lo que queréis es plata, hablemos, y puede que nos entendamos. Piola permaneció silencioso. Mientras tanto, obedeciendo tal vez á una seña de él, los dos hombres montados se alejaron, examinando el horizonte.
Pues hablemos. Pero no á obscuras. Quevedo abrió su linterna. Gracias, mi buen caballero dijo la de Lemos ; ahora sentáos y escuchadme. Siéntome y escucho. Oíd. Doña Catalina y Quevedo, inclinados el uno hacia el otro, empezaron á hablar en voz baja.
Ahora, la lucha ha terminado, la madre ha vencido en mí a la esposa y vaciará el cáliz hasta el fondo. ¡Ah! es un martirio horrible descender así al abismo de la degradación, aunque ello sea para defender a nuestra hija, el gaje de nuestro amor. Marta se puso de repente en pie como si algún golpe violento la hubiese herido y escuchó palideciendo... Le parecía haber oído un ruido en el corredor.
Ella le escuchó con una expresión de duda y extrañeza, como si no le entendiese. Se adivinaban en sus ojos los esfuerzos de un trabajo mental profundamente removedor. «¿Moreno? ¿Quién podía ser este Moreno? ¡Ella había conocido tantos hombres!» Como si apelase al auxilio de un medicamento se sirvió una nueva copa, bebiéndola ávidamente, y su rostro pareció iluminarse al sonreir.
Fue solamente excluido de la secta, y se le compelió a devolver el dinero robado; sólo cuando confesara su falta, en señal de arrepentimiento, podría ser recibido de nuevo en el seno de la Iglesia. Marner escuchó en silencio.
MANRIQUE. ¿Qué escucho?... ¡Cielos! GUZMÁN. ¿No es ésa la iglesia? FERRANDO. Vamos. MANRIQUE. Ya se acercan hacia aquí. FERRANDO. Espérate. GUZMÁN. ¿Vienen? FERRANDO. Sí. MANRIQUE. No; que no me encuentre... huyamos.
¡Después de los cocodrilos los piratas! exclamó Cornelio . ¡Qué dichoso país y qué hermosa noche! ¡Callad! dijo el Capitán. Se inclinó hacia el agua y escuchó. Sí dijo, después de algunos instantes . Deben de ser los piratas que vienen río arriba. He oído el batir de muchos remos. ¿Suben con las piraguas?
Palabra del Dia
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