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Actualizado: 2 de junio de 2025
JOAQUÍN. Déjame hablar ahora. Escucha, escucha. Si ese animal tuviera cien veces más dinero del que tiene; si en vez de haberse comido una parte del país se lo hubiera comido entero, todo su caudal no bastaría para pagar una de tus caricias, aun otorgada con violencia y sin amor. Esa cantidad que he recibido de ti me ha salvado de la deshonra.
-No quiero yo decir -respondió don Quijote- que ésta sea aventura del todo, sino principio della; que por aquí se comienzan las aventuras. Pero escucha, que, a lo que parece, templando está un laúd o vigüela, y, según escupe y se desembaraza el pecho, debe de prepararse para cantar algo. -A buena fe que es así -respondió Sancho-, y que debe de ser caballero enamorado.
Sin embargo, la oyeron como quien escucha un aire favorito, y en ciertos pasajes dejaron un momento de fumar las pipas, a fin de consagrar toda su atención a las palabras que esperaban. Pero no había concluido aún aquello, porque el señor Snell hizo a tiempo la pregunta que debía motivar la continuación del relato.
Y el señor Aubry atraía hacia sí a Juan, con sus manos temblorosas. Escucha, voy a decirte el medio... ¡ah, ah! vas a quedar contento... escúchame... voy a darte el... ¡Ah, Dios mío!... Yo... ¿qué, qué? te daré... daré... mi querida hija... ¡sí, eso es!... ¡María Teresa a ti... a ti! tú trabajarás para ella, tú... para que sea siempre feliz... ¿Juan, Juan? promete... promete...
¿La sorpresa? ¡Ah! es verdad; escucha... Y dijo dos palabras al oído de Zeli. Este retrocedió con aire de extrañeza, abriendo su enorme boca. ¡Cómo!... ¿Usted quiere...? Claro que lo quiero. ¿No es una sorpresa? Y famosa por cierto... Voy, capitán. Kernok subió también al puente con Melia. A su presencia se sucedieron nuevos gritos de alegría.
Pero sigue su camino, porque en ellos aun se escucha el estruendo de la lucha, y aun la empuja aquella mano poderosa del destino. Ya ha pasado por encima de la típica montaña de los místicos del norte, y ha llegado hasta la corte, y en el suelo de la España se ha posado la paloma de plumaje alabastrino subyugada por un alma que es más fuerte que el destino.
JIMENO. Pero al cuento. GUZMÁN. Al cuento: ya sabéis que yo gozo de la confianza del Conde; anoche me dijo, estando los dos solos en su cuarto: «Escucha, Guzmán; quiero que me acompañes; sólo a ti me atrevo a confiar mis designios, porque siempre me has sido fiel; esta noche ha de ser fatal para mí, o he de llegar al colmo de la felicidad suprema!» Sígueme, añadió, y atravesó con paso precipitado las galerías, instruyéndome en el camino de su proyecto.
Dixo Mercurio: quiero que me nombres Desta turba gentil, pues tu lo sabes, La alteza de su ingenio con los nombres. Yo respondi: de los que son mas graves Diré lo que supiere, por moverte A que ante Apolo su valor alabes. El escuchó. Yo dixe desta suerte. Colgado estaba de mi antigua boca El dios hablante; pero entonces mudo, Que al que escucha, el guardar silencio toca.
-Escucha, que así dice -dijo don Quijote: Carta de don Quijote a Dulcinea del Toboso Soberana y alta señora: El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene.
Se aproximaron a él, en espera de los cigarrillos con que acompañaba sus apariciones, y poco a poco lo fueron llevando hacia el castillo de proa. Un hombretón se levantó del suelo, tendiéndole la mano con ese aire protector de ciertos jaques que hablan y accionan lo mismo que si perdonasen la vida al que los escucha.
Palabra del Dia
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