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Actualizado: 11 de junio de 2025


El capitán se encogió de hombros como si el argumento no le convenciera y añadió con indiferencia: Hace veinte años que no le escribo yo a mi mujer, y probablemente creerá que me he muerto.

Si ha sido un sueño, ¿para qué me has dado ese ardiente sueño, Dios mío, ese sueño escrito por mi mano, que me hace dudar, que me envenena el alma? ¿Será acaso ese sueño un castigo a mi impiedad, a los impuros desórdenes de mi juventud? ¡Cuánto tarda ese hombre que ha ido a Madrid! Me siento cada día más débil. Cada día escribo con más dificultad. Ignoro si podré concluir.

Mi padre lleva su bondad hasta tomarme por su secretaria, y entonces escribo al dictado u hojeo los libros necesarios para su trabajo y le marco o le copio los párrafos que necesita. Y no puede usted figurarse lo agradable y gloriosa que encuentro así la vida. Lo mejor de todo es que, ahora, hablamos con más frecuencia y más íntimamente, y que cada día lo quiero más. Elena al Padre Jalavieux.

No mas: hola, tiento; que ya se iba a arrojar la malicia a su centro; que no hay ocasion, por segura que parezca para el mas, que no sea peligrosa; y no quiero mas pleitos por princesas. Convida a nuestra señoría a comer mañana: en su nombre se lo escribo

Por eso escribo hoy acerca de La Puchera, no precisamente por ser obra montañesa, sino por ser el mejor libro de amena literatura que en estos últimos tiempos ha aparecido en España. Quién sea Pereda, y cuál el valor de sus escritos, no necesito yo declarárselo a un público que ya comienza, aunque algo tardíamente, a hacerle justicia y a conocerle y admirarle.

Conserva, como antes de habitario yo, toda la parte alta del molino con una entrada por el tejado; yo me reservo la planta baja, una piececita enjalbegada con cal, con la bóveda rebajada como el refectorio de un convento. Desde ella escribo con la puerta abierta de par en par, y un sol espléndido. Un hermoso bosque de pinos, chispeante de luces, se extiende ante hasta el pie del repecho.

Frecuentemente recibo cartas en que se comenta las croniquillas que vengo publicando en esta página femenina. En estas cartas hay de todo: críticas, asentimientos, discretas censuras, aplausos, observaciones oportunas y algunos disparates. Sin ponerme colorada, agradezco los elogios que mis amables comunicantes dedican a mi estilo. Yo no escribo bien.

El brillo de la luz en el aposento en que escribo es en un hecho particular y contingente; y la ciencia como tal, no puede ocuparse de él, sino sujetando el movimiento de la luz á leyes geométricas, es decir á verdades necesarias. Luego el yo en mismo, como sujeto, no es punto de partida para la ciencia, aunque sea un punto de apoyo.

Al principio, Lope parece despreciar sus comedias: "Si allá murmuran de ellas algunos que piensan que las escribo por opinión dice en la carta de 1604 , desengáñeles V. md. y dígales que por dinero." En la Epístola a don Antonio de Mendoza llama "versos mercantiles" a los de sus comedias.

Si en lo que falta para terminar el mes, mi padre no me da su venia y no viene conmigo, me escapo como un ladrón; me fugo sin decir nada. 23 de Mayo. Soy un vil gusano y no un hombre: soy el oprobio y la abyección de la humanidad; soy un hipócrita. Me han circundado dolores de muerte, y torrentes de iniquidad me han conturbado. Vergüenza tengo de escribir a Vd., y no obstante le escribo.

Palabra del Dia

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