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¡Señor Fígaro! un artículo de teatros. ¿De teatros? Voy allá. Yo escribo para el público, y el público digo para , merece la verdad: el teatro, pues, no es teatro: la comedia es ridícula: el actor A es malo, y la actriz H es peor. ¡Santo cielo! Nunca hubiera pensado en abrir mi boca para hablar de teatros.

«Querida Pepita: Quedé en escribirte desde París, pero no puede ser, porque no he ido aún a París. Te escribo desde Madrid. Y quiero contarte muchas cosas. Aquí yo hago una vida terrible. Sabrás que emborrono todos los días un fajo de cuartillas. No me levanto muy temprano; me acuesto tarde.

Aquella noche contestó Lucía al Padre Urtazu en estos términos: «Padre querido: ¡bendita sea su boca! no parece sino que tiene usted don de profecía, según acertó al pronosticarme consuelo. Estoy loca de alegría, y no lo que escribo casi. Sepa usted que me hallo en cinta, según dice el señor Duhamel, que es un sabio, y no puede equivocarse en esto.

«Viniendo al punto presente de la calumnia que escribo á Inglaterra, digo y suplico al señor Condestable que me haga la merced de pedir á S. M. que mande averiguar esto, y siendo falso, como lo es, hacer la demostración que es justa en mi satisfacción, y darme licencia que me retire de sus reinos y de cortes de Príncipes, y de sus peligros y juicios, antes que me acaben la salud y vida, ofresciendo, como ofresco á S. M. que, bien ó mal tratado, mientras viviere y donde quiera que viviere, le mantendré la fe y amor á su nombre y corona, de muy fiel siervo

Este papel en que escribo, es susceptible de muchas modificaciones; sobre él puedo escribir mil cosas diferentes, en varios caractéres, en diversos colores; puedo plegarle de infinitas maneras; puedo darle infinita variedad de posiciones con respecto á los objetos que le rodean; puedo hacerle mover en todas las direcciones imaginables.

Al fin del día estoy muy cansada; pero yo no te olvido y a todas horas pienso en , y además te dedico un rato todas las noches, y a esa hora no hago más que recordarte y ver tu retrato. Son las once de la noche, estoy solita en mi pieza, y con lápiz, porque olvidé traer el tintero y la pluma, te escribo estas lineas, muy de prisa, tan de prisa que no cuántos disparates estoy poniendo.

Para el lector aficionado á razonar el arte y discutir su técnica escribo estas breves líneas. Páselas por alto quien sólo aspire á sentirlo, seguro de que nada perderá en ello: mi simpatía, como la de todo artista, estará siempre con él. Porque sólo una imaginación fresca exenta de conceptos retóricos puede gozar realmente las obras poéticas, respirar con libertad en el mundo de la fantasía.

Mi padre nunca habla de eso; mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia cuando hay grandes fiestas, a falta de otras más divertidas pero más costosas que le están vedadas; y en cuanto a ... callo: no quiero que me llames herejote. En fin, no estoy tranquilo. Basta por hoy: no te quejarás de que escribo poco.

Yo veo el papel sobre que escribo; reflexiono sobre esta vision, y me la quito cuando quiero y vuelvo á tenerla cuando me agrada; y enlazo esta sensacion con otras, y con mil pensamientos, con mil caprichos, si así me gusta.

Y todo va desta manera: que confesando yo no ser más santo que mis vecinos, desta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades.